miércoles, 16 de julio de 2025

Y si le ponemos punto y final al relato

Y si le ponemos punto y final al relato?


El relato kirchnerista se desmorona como un castillo de naipes bajo el peso de la verdad. Las notas y datos publicados y conocidos durante años sobre los negocios turbios entre Cristina Kirchner y Lázaro Báez, su ex jardinero convertido en magnate gracias a los gobiernos de ella y Néstor, expone una maquinaria de corrupción realmente descarada. La causa Vialidad, que la condenó a seis años de prisión domiciliaria e inhabilitación perpetua, no es un invento de enemigos políticos, ya no se mantiene que decenas de jueces, empresarios, medios de comunicación y hasta la corte se hayan puesto de acuerdo durante tantos años para joderla: es un rompecabezas de pruebas irrefutables. Licitaciones amañadas, sobreprecios grotescos, obras fantasmas adjudicadas a Báez y un daño al Estado de 684 mil millones de pesos, confirmados por jueces, fiscales y peritos tras años de investigación. Revoleo de bolsos con millones de dólares, propiedades descomunales, enriquecimiento sistemático con aumentos siderales en las declaraciones anuales… La Corte Suprema que dio el visto bueno a la sentencia. El requerimiento ahora de devolver cientos de miles de millones… ¿Dónde está el complot?

El verso del “lawfare” es una cortina de humo para tapar lo evidente? De verdad Cristina siendo abogada y con los mejores abogados del País permitiría semejante atropello? Se va a la cárcel tranquilamente y devuelve millones así no más? De verdad se puede creer? ¿En serio alguien cree que un ejército de empresarios, medios y jueces, incluyendo al máximo tribunal, podría orquestar una farsa tan perfecta sin que se filtre una sola grieta? Una situación así se resolvería con un golpe de estado. Estaría justificado si se diera tamaña injusticia y hasta todos estaríamos de acuerdo seguro.

Pero es absurdo. Cristina no necesita que ciudadanos de a pie la defendamos. Su fortuna, su titulo de abogada y los mejores abogados, así como todo el inmenso aparato del justicialismo no lo han podido hacer. Defenderla a esta altura no es lealtad, es negación patológica. La justicia, lenta pero implacable, ha hablado: Cristina es culpable porque las pruebas son abrumadoras. Dato mata relato.

Por salud democrática, Argentina debe cortar de raíz esta farsa. Los delincuentes, por más poderosos que sean, deben pagar. Seguir alimentando la victimización kirchnerista es un insulto a la inteligencia colectiva y un veneno para las instituciones. Si sus defensores realmente creyeran en un complot tan colosal, ya habrían intentado un golpe de Estado. Pero no lo hacen, porque saben que la verdad los aplasta. Basta de excusas. Es hora de que los corruptos rindan cuentas, como en cualquier país serio. La impunidad no puede seguir siendo la moneda corriente. Por la salud mental de una sociedad agotada de mentiras, y por la democracia que merece transparencia, hay que decirlo claro: Cristina y su banda son culpables. Lamento herir a personas que admiro y respeto y se me van a ofender, Pero por salud mental y democrática hay que aceptar que no podemos tapar el sol con las manos, y menos con los dedos separados. Punto final.





lunes, 14 de julio de 2025

La Argentina desigual

Que si jujeño, que sos ciudadano de segunda.


¡Che, la bronca que da ver la diferencia entre los sueldos y el pago de servicios entre Jujuy y el AMBA. Es tremenda! Parece que vivimos en dos Argentinas distintas, y los porteños y bonaerenses del conurbano tienen un pase VIP que el resto ni olemos. Y no es solo una sensación, ¡es la dura realidad en la billetera de cada uno!

Arranquemos por el transporte público, que es un calvario para los jujeños. Acá, el bondi te sale un huevo, mientras que en el AMBA, con la bendita SUBE, viajan por chirolas. Es una locura: ellos pagan una fracción de lo que pagamos nosotros para ir a trabajar o a estudiar. En San Pedro ni te cuento. Recién el Payaso se dio cuenta de que en las ciudades de todo el mundo funciona un servicio de colectivos y al parecer hasta podría darse el caso de que finalmente lo implemente. Falta que alguien le diga que los impuestos que cobra, incluyendo el increíble robo de monedas por cada litro de combustible gastado, se usa para mantener las calles mínimamente transitables, por fa, que alguien le avise. De momento el Sampedreño se conforma con compartir los apretujones en un autito. Total son un par de kilómetros solamente. Pero la conch… lo pagamos el doble que el porteño que recorre 27 kilómetros.


¿Por qué esa desigualdad? ¿Acaso nuestro tiempo y nuestro laburo valen menos? ¡Parece que sí! El subsidio al transporte es una sangría para el bolsillo de todos los argentinos, pero el goteo principal se va para la Capital y alrededores. Es como si el Estado dijera: "Priorizemos que los de Buenos Aires lleguen cómodos a la oficina, es la gran pecera donde pescar votos; el resto no pinta nada, ¡que se arregle!".

Y ni hablemos de los sueldos. Un laburante en Jujuy, en general, cobra bastante menos que uno que hace lo mismo en el AMBA. Pensemos en un empleado de comercio, un administrativo, ¡o hasta un docente! La diferencia es abismal. Entonces, si nuestros sueldos son más bajos y los servicios más caros, ¿cómo hacemos para llegar a fin de mes? La respuesta es que nuestros políticos son acomodados al poder central y a sus intereses y por eso no llegamos a fin de mes, o lo hacemos con el agua al cuello.

Esta disparidad no es casualidad, es una decisión política. El AMBA, con su densidad de población, concentra la mayor parte de los votos. Entonces, los gobiernos, sin importar el color político, le tiran plata y beneficios para asegurarse la elección. Es un cálculo frío y egoísta que ignora las necesidades del resto del país.

¿El resultado? Una Argentina desigual, donde el centro se lleva la mejor parte y las provincias nos sentimos ciudadanos de segunda, que no movemos el amperímetro en una elección. Por eso es hora de levantar la voz y exigir un trato justo. No somos ciudadanos de segunda, y merecemos los mismos derechos y oportunidades, sin importar dónde hayamos nacido o vivamos. Somos ciudadanos argentinos con igualdad de derechos. ¡Basta de centralismo porteño!


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