miércoles, 21 de mayo de 2025

 

Los "Punteros Políticos" en Argentina: 

Clientelismo, Manipulación y la Erosión de la Democracia. Son Parásitos del Estado, Arquitectos del Voto Cautivo y Sepultureros de la Democracia

En Argentina, la figura del puntero político es una herida abierta en el tejido democrático y no una anécdota del sistema. Son su síntoma más corrosivo. Son actores clave en la maquinaria de los partidos, estos intermediarios operan en la sombra, tejiendo redes de influencia que intercambian favores por lealtades, votos por recursos y esperanzas por dependencia. Estos intermediarios no representan al pueblo; lo manipulan. Se infiltran en los barrios más vulnerables con la lógica del patrón feudal: distribuyen limosnas del Estado como si fueran favores personales y construyen poder sobre la necesidad ajena. operan como mafias encubiertas de operadores territoriales, institucionalizando el clientelismo, manipulando la voluntad popular y degradando la democracia hasta convertirla en un simulacro. Su rol, lejos de ser marginal, ha moldeado décadas de vida política, arraigándose desde el peronismo clásico hasta la actualidad. Pero detrás de su aparente utilidad como "conectores sociales", se esconde un sistema perverso que corroe la representación ciudadana y normaliza la desigualdad.

Son los Intermediarios del Poder, que usan el Clientelismo como Moneda. Es el Trueque Inmoral del Voto.

Los punteros son gestores del chantaje social. Adminis­tran bienes escasos y recursos públicos —planes, bolsones de comida, pasajes, medicamentos— en barrios vulnerables a cambio de apoyo electoral, como si fueran propiedad privada. Su poder no reside en ideologías, sino en su capacidad de movilizar votos mediante un trueque perverso: asistencia inmediata por obligación política. Ejemplos abundan: desde la distribución de bolsas de comida con logos partidarios hasta amenazas veladas de perder beneficios si no se vota "correctamente". Este sistema, aunque negado retóricamente, es un secreto a voces: la democracia se reduce a una transacción.

En épocas electorales, este mecanismo se intensifica. El mensaje es claro: "votás o te quedás afuera". Este mercado de favores, donde el sufragio se compra con necesidades básicas, es el oxígeno de los aparatos partidarios corruptos. Detrás de cada promesa de ayuda hay una amenaza implícita. Pero ya en campaña, este modelo se vuelve obsceno: camiones con mercadería partidaria, listas armadas en oficinas cerradas y barrios enteros capturados por estructuras clientelares. No hay democracia posible donde la pobreza se usa como método de control.

Raíces Históricas: Del Peronismo Clásico al Clientelismo Moderno*
El fenómeno no es nuevo. Con el peronismo de los años 40 y 50, los punteros emergieron como mediadores entre el Estado y los sectores populares, canalizando derechos laborales y viviendas a través de sindicatos y unidades básicas. Sin embargo, lo que comenzó como una herramienta de inclusión mutó en los 70 y 80, cuando la crisis económica y el retroceso del Estado convirtieron a los punteros en gestores de la escasez.

En los 90, el neoliberalismo de Menem profundizó la fractura: el desmantelamiento de políticas públicas dejó a los punteros como únicos proveedores en territorios abandonados. Con el kirchnerismo (2003-2015), el clientelismo se sofisticó: los planes sociales (como la Asignación Universal por Hijo) se gestionaron mediante punteros, que consolidaron su rol como guardianes de la lealtad partidaria. Hoy, en un contexto de pobreza récord (40,1% en 2023) se ha descentralizado pero su influencia persiste, aunque adaptada a nuevos partidos y coaliciones. Ya no responde a un solo partido, sino a una clase política transversal que ha hecho del puntero el engranaje informal de un sistema formalmente corrupto.

Impacto en una Democracia capturada: el Voto deja de ser Libre y pasa a ser condicionado

Hablar de "clientelismo" como una distorsión menor es una subestimación peligrosa. Es una forma de autoritarismo blando, donde la coacción no se ejerce con armas, sino con el hambre. La voluntad popular se vacía cuando el ciudadano no elige, sino que negocia su obediencia a cambio de subsistencia. Este modelo produce:


Súbditos, no ciudadanos.

Pasividad política y fatalismo social.

Una elite punteril que se enriquece mientras los barrios se hunden.

Los punteros no empoderan: dominan. No militan: administran miserias. No representan: trafican votos.

Y es que el clientelismo no es solo un "mal menor": es un cáncer para la soberanía popular. Al vincular la supervivencia cotidiana a la obediencia política, los punteros distorsionan la voluntad electoral. Ciudadanos en situación de vulnerabilidad no eligen: negocian. Esto genera:
- Dependencia estructural: La ayuda se percibe como un favor, no como un derecho.
- Despolitización: La política se reduce a resolver urgencias, nunca a debatir proyectos.
- Fragmentación social: Se premia la lealtad individual sobre la organización colectiva.

Además, el sistema perpetúa la pobreza: los punteros tienen interés en mantener a sus bases en la precariedad, pues es su fuente de poder. Como denunció el sociólogo Javier Auyero, "el clientelismo no resuelve la pobreza; la administra".

La Farsa de la Legitimidad: De la Militancia a la Extorsión Social ¿ Son Servidores Públicos o Operadores de un Sistema Corrupto?
Algunos defienden a los punteros como "trabajadores sociales informales", argumentando que suplen las fallas del Estado pero esto es una falacia. Esta narrativa es peligrosa: legitima la privatización de lo público. Peor aún, su existencia normaliza la corrupción nutriendo una cadena de complicidades que incluye funcionarios, empresarios y jueces. Los punteros no son neutrales: responden a sus referentes políticos, no a la ciudadanía. Su autoridad no surge del mérito o la transparencia, sino del control de recursos. Su rol no es cubrir vacíos del Estado: es sostener el negocio de la dependencia. Mientras se mantenga este esquema, cualquier intento de política pública genuina será saboteado desde adentro. La connivencia entre punteros, intendentes, ministros y empresarios es la base de una corrupción estructural que naturaliza la pobreza como paisaje permanente.

Conclusión: Romper el Círculo Vicioso. O se acaba el clientelismo o se acaba la democracia.
Los punteros no son un fenómeno aislado, no son un daño colateral: son síntoma de un sistema que reemplazó la política por el mercadeo de necesidades. Son el dispositivo esencial de un sistema enfermo. Su erradicación no es sólo una necesidad ética: es una urgencia institucional.

Para ello, no basta con denuncias morales. Se requiere:
- Políticas universales: Reemplazar la asistencia discrecional por derechos garantizados (ejemplo: renta básica universal). Universalizando derechos sociales, para que ningún ciudadano dependa de un intermediario para acceder a lo que le corresponde.
- Romper el pacto de impunidad, con transparencia real en la distribución de recursos.

- Publicar datos sobre asignación de planes sociales y obras públicas.
- Educación cívica: Fomentando una ciudadanía crítica, consciente de que su voto no tiene precio, y creando conciencia ciudadana, que entienda que votar por miedo o por comida no es votar: es ser coaccionado.

Hasta que el poder deje de fluir por las manos de estos caciques modernos, la democracia en Argentina será solo un ritual vacío. El verdadero enemigo no es el puntero en sí, sino el sistema que lo necesita para sobrevivir. Es hora de elegir entre seguir alimentando este círculo vicioso o construir una política donde el poder emane de las ideas, no de la necesidad.

Nota editorial: Este texto no apunta contra los más pobres, sino contra quienes usan la pobreza como estrategia política perpetuando su dependencia. La crítica no es a la solidaridad, sino a su instrumentalización. El enemigo no es la necesidad, sino quienes la transforman en voto. La verdadera solidaridad no se impone ni se intercambia: se garantiza por ley y se defiende con dignidad.

Cuando el representante traiciona al trabajador

 


Sindicalismo corrupto: cuando el representante traiciona al trabajador

En Argentina, el sindicalismo debería ser una herramienta para defender a los trabajadores. Para pelear por sus derechos, por mejores salarios, condiciones laborales dignas, seguridad, y una vida con futuro. Sin embargo, el sindicalismo dejó hace décadas de ser un instrumento de lucha para convertirse en una estructura mafiosa. En muchos casos —demasiados— los sindicatos se han convertido en todo lo contrario: estructuras de poder enquistadas, al servicio de intereses partidarios, negocios propios y persecuciones políticas. No es casualidad que los salarios pierdan contra la inflación mientras los dirigentes sindicales viven en mansiones, viajan en camionetas blindadas y negocian paritarias a espaldas de sus bases. Pero hay algo más podrido: su alianza criminal con los políticos municipales, especialmente en lugares como San Pedro de Jujuy, donde el clientelismo sindical es la moneda de cambio. En este rincón del país, la connivencia entre sindicatos y el municipio es un manual del abuso:

Lejos de ser aliados del obrero, muchos sindicatos se han transformado en engranajes fundamentales del clientelismo político. No defienden trabajadores: los usan. Los aprietan. Los manipulan. Funcionan como una especie de “policía interna” del poder político, capaces de premiar con contratos públicos y castigar con despidos o bloqueos a quienes no se alinean con la línea del caudillo de turno. Todo esto ocurre bajo la mirada cómplice de dirigentes gremiales que, en lugar de defender a sus afiliados, firman acuerdos en secreto con el intendente de turno. ¿La recompensa? Cargos públicos para familiares, contratos truchos y silencio garantizado.

¿El precio por oponerse? Alto. No solo puede perder el laburo el trabajador rebelde. También su hermano, su esposa, sus hijos o sus cuñados, todos acomodados en alguna dependencia municipal o provincial. Porque otro de los grandes negocios del sindicalismo corrupto es la colocación masiva de familiares y militantes en el Estado, como rehenes del sistema. Son favores que después se cobran, especialmente en campaña.

Y ahí aparece otra cara de esta maquinaria: la participación activa en la política como punteros. Los sindicalistas corruptos, lejos de ser neutrales, suelen tener camiseta partidaria (aunque cambien de color según sople el viento). Ponen micros, bombos, choripanes y gente en las marchas. Reparten votos casa por casa. Condicionan intendentes, legisladores y hasta gobernadores. Y si un trabajador no quiere ser parte de ese circo, lo marcan. Lo hacen desaparecer del mapa. O lo persiguen hasta quebrarlo.

El resultado es perverso: un trabajador amordazado, sin libertad, sin defensa real. Un sindicalismo que no representa, sino que extorsiona. Que no lucha por derechos, sino por cajas. Que responde más al poder que a sus afiliados.

Uno de los grandes responsables del famoso “costo argentino” es este sindicalismo corrupto que opera como un Estado paralelo. En el sector público esto se vuelve aún más evidente: licencias sin control, tareas fantasmas, castigos arbitrarios, aumentos selectivos, militancia disfrazada de servicio, y un caos operativo que termina pagándose con menos salud, menos educación y menos servicios para todos. Las verdaderas víctimas no son solo los contribuyentes: son también los trabajadores honestos, que quedan atrapados en un sistema perverso que los exprime y los silencia.

Y si alguien quiere una muestra clara de este abuso de poder en carne viva, basta con mirar lo que sucede hoy en la Dirección de Servicios Públicos de San Pedro de Jujuy. Una oscura trama de maltratos, amenazas, persecución laboral y violencia simbólica opera con total impunidad. Empleados con años de servicio son castigados por no prestarse a favores políticos. Mujeres que ni siquiera pueden ir al baño durante su jornada. Un director autoritario que impone el miedo como método de control. Y gremios que callan, no por ignorancia, sino porque tienen familiares y amigos acomodados dentro del municipio. Un pacto de silencio vergonzoso, sostenido a cambio de privilegios.

El sindicalismo argentino no está en crisis: es un negocio exitoso… para unos pocos. Mientras el país se cae a pedazos, ellos siguen:
-
Negociando paritarias por debajo de la inflación (¡mientras ellos cobran bonos millonarios!).

- Administrando obras sociales como feudos (dinero público, negocios privados).

- Son los brazos ejecutores de la persecución política: En San Pedro, los delegados marcan a los empleados "rebeldes" para que el municipio los castigue.

- Blindan la precarización: Mientras el 40% de los trabajadores son informales, los sindicatos no los representan (salvo cuando necesitan votos).

Tras las últimas elecciones municipales, lejos de haber autocrítica, comenzó el “operativo castigo”. Cambios injustificados de funciones, presiones, maltrato y amenazas se volvieron la nueva normalidad. Lo más indignante es que los gremialistas no solo no defienden a los trabajadores: atacan a la prensa. Porque el periodismo libre, ese que se anima a denunciar estos atropellos, es visto como una amenaza por quienes hace tiempo dejaron de representar a sus afiliados para convertirse en cómplices del poder.

Lo que sucede en San Pedro no es un caso aislado: es el reflejo de un sistema podrido, en el que se usa el Estado como un botín y a los trabajadores como moneda de cambio. Hoy más que nunca hay que encender las alarmas. No se puede permitir que el miedo y la impunidad gobiernen los espacios públicos.

Desde este espacio no solo alzamos la voz por quienes no pueden hacerlo, sino que reafirmamos el compromiso con una prensa libre y un sindicalismo honesto. Porque el silencio no es una opción. La sociedad merece saber. Y los responsables, responder.

¿Y tu que opinas? ¿Son los sindicatos una herramienta de lucha o una banda organizada?

O por el contrario se han convertido en "Sindicato, patrón y policía" – esa tríada corrupta que frena el progreso de nuestra querida Argentina?

ÚLTIMA ADVERTENCIA

A los trabajadores honrados: ¡No les tengan miedo!
A la prensa: 
¡Sigan destapando sus tramas!
A la Justicia: 
¡Investiguen sus cuentas!

Porque sin sindicatos verdaderos, no hay democracia. Y lo que pasa en San Pedro de Jujuy es el reflejo de una Argentina podrida.

martes, 20 de mayo de 2025

La Marihuana de Morales – ¿Progreso o Negocio Familiar?

 

Editorial: La Marihuana de Morales – ¿Progreso o Negocio Familiar?

Morales inspeccionando el cultivo

La provincia de Jujuy, un territorio bendecido por la naturaleza con litio para liderar la transición energética global, aguas abundantes para revolucionar su agricultura y tierras fértiles capaces de dinamizar economías regionales, enfrenta una paradoja inquietante. Es una provincia rica en minerales muy apetecibles, con una potencial revolución agroindustrial al alcance de la mano y reservas hídricas que podrían alimentar proyectos de desarrollo sostenible por generaciones, el
ex gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, eligió enfocar gran parte de su gestión en un objetivo singular y polémico: legalizar y fomentar la producción de marihuana. En lugar de priorizar proyectos estratégicos para su desarrollo, se impulsó con urgencia la legalización del cannabis, un giro que despierta sospechas de tráfico de influencias y un cuestionable legado familiar.

Jujuy forma parte del "Triángulo del Litio", junto con Chile y Bolivia, una región que concentra el 60% de las reservas mundiales de este mineral clave para la industria tecnológica y verde. Sin embargo, bajo el mandato de Morales, la agenda prioritaria no fue fortalecer esta industria —capaz de generar empleo calificado y divisas—, sino acelerar la Ley 27.669 de Cannabis Medicinal y Cáñamo Industrial, sancionada en 2022.





Y no es que el cannabis medicinal carezca de valor económico o terapéutico. La cuestión no es la planta en sí, sino la forma, el fondo y los intereses detrás del negocio. Mientras el litio jujeño es disputado por potencias globales, mientras miles de familias del campo luchan por acceder a tierras productivas, Morales dedicó energía política, legislativa y mediática a crear el andamiaje legal necesario para poner a rodar Cannava S.E., la empresa estatal de cannabis medicinal… que paradójicamente terminó dirigida por su propio hijo, Gastón Morales.

¿Cuál es el límite entre lo público y lo privado? ¿Cuándo un proyecto de Estado se convierte en empresa familiar? ¿Dónde empieza la política y termina el nepotismo?


Chapo Guzmán y Morales: ¿Comparación Válida o Exageración?
La comparación resulta incómoda, pero no puede evitarse: ¿qué tan distinta es esta estructura vertical, donde el poder facilita la legislación, centraliza la producción y coloca a los propios al mando, de la lógica narco que representó Joaquín “El Chapo” Guzmán? La analogía aunque estridente, refleja un malestar social. Ambos casos implican familias que capitalizan redes de poder para beneficiarse de sustancias psicoactivas, pero las diferencias son claras: Guzmán operaba en la ilegalidad, mientras que Morales utilizó mecanismos legales para favorecer intereses privados. Sin embargo, el paralelo resuena en la ética: ambos aprovechan un negocio vinculado al dolor ajeno. Jujuy, según datos de la Sedronar (2022), tiene una tasa de adicciones un 30% superior al promedio nacional, con familias que claman por políticas antidrogas, no por la normalización de una industria que, sin control riguroso, podría agravar el problema.

Claro, con un envoltorio legal, con papeles en regla, con discursos sobre “innovación médica”. Pero el mecanismo es el mismo: acaparar el control de una industria vinculada a las drogas, protegerla con el Estado y garantizar que los beneficios queden en casa.

El Elefante en la Habitación: El Hijo del Gobernador y los Conflictos de Interés

El núcleo de la controversia radica en la figura de Gaston Morales, hijo del exgobernador Morales, quien fundó la empresa *Cannava* en 2021, beneficiaria directa de las políticas impulsadas por su padre. Según investigaciones de Chequeado (2023), Cannava obtuvo permisos exclusivos para la producción y comercialización de cannabis, operando en terrenos fiscales y con financiamiento público. Esta coincidencia temporal y familiar no es trivial: mientras Jujuy carece de un plan integral para el litio, el cannabis recibió una estructura legal y logística exprés


La pregunta es inevitable: ¿Por qué una provincia con recursos estratégicos apostó a un mercado saturado de riesgos regulatorios y competencia global, en lugar de industrializar sus materias primas únicas? La respuesta parece vincularse más con un capitalismo de amigos que con una visión de Estado.

Jujuy no es una provincia cualquiera. Es una tierra que ha visto a generaciones caer bajo el flagelo del paco, de la cocaína y, sí, también de la marihuana. Las madres jujeñas saben lo que es perder a un hijo en el laberinto de las adicciones. Los barrios lo viven cada día. Que desde el propio poder político se haya impulsado con tanto ahínco una industria ligada a esa misma sustancia genera, como mínimo, perplejidad. Y, con mayor honestidad, indignación.

Lo más alarmante es el silencio. ¿Por qué la sociedad jujeña no reaccionó con más fuerza ante este proyecto? ¿Por qué tantos sectores políticos, sociales y religiosos se mantuvieron callados mientras se gestaba esta jugada? ¿Fue acaso el miedo? ¿La apatía? ¿O simplemente el acostumbramiento a que el poder haga lo que quiera?

La historia registrará que, mientras Jujuy tenía la oportunidad de ser vanguardia en energías limpias, agricultura regenerativa, soberanía alimentaria o desarrollo tecnológico basado en recursos locales, su gobernador prefirió levantar invernaderos de marihuana.

¿Fue esta la visión estratégica de un estadista? ¿O la concesión de un padre a los caprichos empresariales de su hijo? ¿Qué hubiera pasado si esa misma energía se aplicaba para darle tierras productivas a los jóvenes, para promover cooperativas rurales, para industrializar el litio en suelo jujeño?

Hoy, la pregunta es tan legítima como urgente: ¿a quién le sirve realmente la Jujuy del cannabis? Y lo más inquietante: ¿qué intereses se están fumando el futuro de toda una provincia?



Conclusión: ¿Capricho Familiar o Oportunismo Político?
Gerardo Morales podría haber transformado a Jujuy en un polo de desarrollo agroindustrial de primer orden mundial.




































¿Será el cannabis la nueva hoja que escriba el futuro rural jujeño?

La pregunta resuena en los valles jujeños, donde el tabaco y la caña de azúcar han sido históricamente los pilares económicos, pero hoy el cannabis medicinal emerge como un cultivo disruptivo. A partir de los proyectos liderados por la empresa estatal Cannava —y en medio de polémicas políticas—, Jujuy se posiciona como pionera en Argentina en la industrialización de esta planta. Aquí un análisis de sus potencialidades y desafíos:

1. De la tradición tabacalera a la innovación cannábica

  • Legado agrícola: Jujuy tiene una larga historia con cultivos intensivos como el tabaco (60% de la producción nacional) y la caña de azúcar, ambos asociados a condiciones laborales precarias y dependencia de grandes empresas 18.

  • Cannabis como alternativa: Cannava, creada en 2018, representa un giro hacia un modelo de valor agregado y tecnología, con inversiones de USD 25 millones en infraestructura, laboratorios de extracción farmacéutica y cultivos controlados bajo estándares internacionales 611.

  • Empleo y capacitación: La empresa ya genera 200 puestos de trabajo (65% ocupados por mujeres) y capacita a técnicos locales en biotecnología, un contraste con la informalidad del tabaco 11.

2. Oportunidades económicas y sociales

  • Mercado global: El cannabis medicinal tiene una demanda creciente para tratar epilepsia, dolor crónico y ansiedad. Cannava proyecta producir 80 toneladas anuales de flores y exportar ingredientes farmacéuticos 26.

  • Acceso a medicamentos: El aceite de CBD producido en Jujuy (vendido a $4.800 por frasco) es más accesible que las importaciones, que pueden costar hasta USD 200 mensuales 11.

  • Diversificación rural: El cultivo se extiende en la Finca El Pongo, combinando agricultura tradicional (sorgo orgánico entre ciclos) con tecnología de riego y genética avanzada 11.

3. Controversias y riesgos

  • Conflictos políticos: La dirección de Cannava por Gastón Morales (hijo del gobernador Gerardo Morales) generó acusaciones de nepotismo y temores de un "narcoestado", aunque la empresa insiste en su enfoque medicinal y científico 14.

  • Competencia con cultivos ilegales: En zonas como San Pedro, la marihuana ilegal (más rentable que el tabaco) ya desplaza a agricultores, planteando desafíos de control 19.

  • Dependencia de regulaciones: La demora en la ley nacional de cannabis medicinal (aún sin sanción definitiva en 2025) limita la expansión comercial 6.

4. Lecciones de los primeros años

  • Adaptación climática: Jujuy descubrió que el cannabis florece mejor en invierno (menos humedad y hongos), una ventaja sobre otras regiones 11.

  • Fracasos iniciales: El 50% de las primeras semillas importadas (Berry Blossom) no germinó, pero esto permitió desarrollar genéticas locales resistentes 811.

  • Alianzas estratégicas: Tras la quiebra del socio estadounidense Green Leaf, Cannava apostó por tecnología europea y canadiense, reduciendo dependencias externas 911.

Conclusión: ¿Futuro verde o espejismo?

El cannabis medicinal podría redefinir el campo jujeño si:

  • Logra escalar sin replicar las desigualdades del tabaco (ej: concentración de ganancias en elites).

  • Integra a comunidades rurales y originarias, hoy desplazadas por otros monocultivos 1.

  • Equilibra innovación con soberanía, evitando que Jujuy sea solo un "laboratorio" de multinacionales 14.

Mientras el Cerro de los Siete Colores mira desde lejos, la pregunta sigue abierta: ¿Será esta planta milenaria la que finalmente escriba un capítulo más justo para el agro norteño? Los próximos años dirán si el "oro verde" cumple sus promesas o repite viejos patrones.

Peronismo, antiperonismo y la tragicomedia de la decadencia argentina

Peronismo, antiperonismo y la tragicomedia de la decadencia argentina :  un mix con humor para no herir (tanto) susceptibilidades. ¡Argentin...