miércoles, 21 de mayo de 2025

Cuando el representante traiciona al trabajador

 


Sindicalismo corrupto: cuando el representante traiciona al trabajador

En Argentina, el sindicalismo debería ser una herramienta para defender a los trabajadores. Para pelear por sus derechos, por mejores salarios, condiciones laborales dignas, seguridad, y una vida con futuro. Sin embargo, el sindicalismo dejó hace décadas de ser un instrumento de lucha para convertirse en una estructura mafiosa. En muchos casos —demasiados— los sindicatos se han convertido en todo lo contrario: estructuras de poder enquistadas, al servicio de intereses partidarios, negocios propios y persecuciones políticas. No es casualidad que los salarios pierdan contra la inflación mientras los dirigentes sindicales viven en mansiones, viajan en camionetas blindadas y negocian paritarias a espaldas de sus bases. Pero hay algo más podrido: su alianza criminal con los políticos municipales, especialmente en lugares como San Pedro de Jujuy, donde el clientelismo sindical es la moneda de cambio. En este rincón del país, la connivencia entre sindicatos y el municipio es un manual del abuso:

Lejos de ser aliados del obrero, muchos sindicatos se han transformado en engranajes fundamentales del clientelismo político. No defienden trabajadores: los usan. Los aprietan. Los manipulan. Funcionan como una especie de “policía interna” del poder político, capaces de premiar con contratos públicos y castigar con despidos o bloqueos a quienes no se alinean con la línea del caudillo de turno. Todo esto ocurre bajo la mirada cómplice de dirigentes gremiales que, en lugar de defender a sus afiliados, firman acuerdos en secreto con el intendente de turno. ¿La recompensa? Cargos públicos para familiares, contratos truchos y silencio garantizado.

¿El precio por oponerse? Alto. No solo puede perder el laburo el trabajador rebelde. También su hermano, su esposa, sus hijos o sus cuñados, todos acomodados en alguna dependencia municipal o provincial. Porque otro de los grandes negocios del sindicalismo corrupto es la colocación masiva de familiares y militantes en el Estado, como rehenes del sistema. Son favores que después se cobran, especialmente en campaña.

Y ahí aparece otra cara de esta maquinaria: la participación activa en la política como punteros. Los sindicalistas corruptos, lejos de ser neutrales, suelen tener camiseta partidaria (aunque cambien de color según sople el viento). Ponen micros, bombos, choripanes y gente en las marchas. Reparten votos casa por casa. Condicionan intendentes, legisladores y hasta gobernadores. Y si un trabajador no quiere ser parte de ese circo, lo marcan. Lo hacen desaparecer del mapa. O lo persiguen hasta quebrarlo.

El resultado es perverso: un trabajador amordazado, sin libertad, sin defensa real. Un sindicalismo que no representa, sino que extorsiona. Que no lucha por derechos, sino por cajas. Que responde más al poder que a sus afiliados.

Uno de los grandes responsables del famoso “costo argentino” es este sindicalismo corrupto que opera como un Estado paralelo. En el sector público esto se vuelve aún más evidente: licencias sin control, tareas fantasmas, castigos arbitrarios, aumentos selectivos, militancia disfrazada de servicio, y un caos operativo que termina pagándose con menos salud, menos educación y menos servicios para todos. Las verdaderas víctimas no son solo los contribuyentes: son también los trabajadores honestos, que quedan atrapados en un sistema perverso que los exprime y los silencia.

Y si alguien quiere una muestra clara de este abuso de poder en carne viva, basta con mirar lo que sucede hoy en la Dirección de Servicios Públicos de San Pedro de Jujuy. Una oscura trama de maltratos, amenazas, persecución laboral y violencia simbólica opera con total impunidad. Empleados con años de servicio son castigados por no prestarse a favores políticos. Mujeres que ni siquiera pueden ir al baño durante su jornada. Un director autoritario que impone el miedo como método de control. Y gremios que callan, no por ignorancia, sino porque tienen familiares y amigos acomodados dentro del municipio. Un pacto de silencio vergonzoso, sostenido a cambio de privilegios.

El sindicalismo argentino no está en crisis: es un negocio exitoso… para unos pocos. Mientras el país se cae a pedazos, ellos siguen:
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Negociando paritarias por debajo de la inflación (¡mientras ellos cobran bonos millonarios!).

- Administrando obras sociales como feudos (dinero público, negocios privados).

- Son los brazos ejecutores de la persecución política: En San Pedro, los delegados marcan a los empleados "rebeldes" para que el municipio los castigue.

- Blindan la precarización: Mientras el 40% de los trabajadores son informales, los sindicatos no los representan (salvo cuando necesitan votos).

Tras las últimas elecciones municipales, lejos de haber autocrítica, comenzó el “operativo castigo”. Cambios injustificados de funciones, presiones, maltrato y amenazas se volvieron la nueva normalidad. Lo más indignante es que los gremialistas no solo no defienden a los trabajadores: atacan a la prensa. Porque el periodismo libre, ese que se anima a denunciar estos atropellos, es visto como una amenaza por quienes hace tiempo dejaron de representar a sus afiliados para convertirse en cómplices del poder.

Lo que sucede en San Pedro no es un caso aislado: es el reflejo de un sistema podrido, en el que se usa el Estado como un botín y a los trabajadores como moneda de cambio. Hoy más que nunca hay que encender las alarmas. No se puede permitir que el miedo y la impunidad gobiernen los espacios públicos.

Desde este espacio no solo alzamos la voz por quienes no pueden hacerlo, sino que reafirmamos el compromiso con una prensa libre y un sindicalismo honesto. Porque el silencio no es una opción. La sociedad merece saber. Y los responsables, responder.

¿Y tu que opinas? ¿Son los sindicatos una herramienta de lucha o una banda organizada?

O por el contrario se han convertido en "Sindicato, patrón y policía" – esa tríada corrupta que frena el progreso de nuestra querida Argentina?

ÚLTIMA ADVERTENCIA

A los trabajadores honrados: ¡No les tengan miedo!
A la prensa: 
¡Sigan destapando sus tramas!
A la Justicia: 
¡Investiguen sus cuentas!

Porque sin sindicatos verdaderos, no hay democracia. Y lo que pasa en San Pedro de Jujuy es el reflejo de una Argentina podrida.

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