Editorial: Las Tropelías Electorales y la Urgencia de un Cambio
La
Impunidad de las Malas Prácticas Políticas en Argentina
Personas vulnerables "obligadas" a votar
En
Argentina, las elecciones deberían ser sinónimo de democracia,
transparencia y voluntad popular. Sin embargo, en
cada elección que se lleva a cabo en nuestro país, el desgaste
moral y ético de los partidos políticos se convierte en el
verdadero protagonista. Las malas prácticas que se repiten
cíclicamente son un insulto a la dignidad de la ciudadanía. En
estas jornadas donde se decide el futuro de nuestra Provincia
y de nuestro San Pedro de Jujuy,
se evidencia una vez más la falta de escrúpulos de ciertos sectores
que se aferran al poder. Lo
que ocurre en la práctica es un espectáculo bochornoso de abusos,
irregularidades y manipulación descarada por parte de los partidos
políticos, especialmente aquellos que detentan y
se aferran a un clavo ardiendo para mantenerse en el
poder, incorporando
parientes e hijos, como es el caso de Julio Bravo. No
hay pudor, no hay vergüenza, solo impunidad. Desde
el inicio de las campañas hasta el mismo día de los comicios, las
malas prácticas se multiplican con total desfachatez, mientras la
ciudadanía observa, impotente, cómo se
ríen ante sus narices, con prácticas clientelistas, con apariencia
de obras de ultima hora, con repartos de mercaderías que aparecen de
la nada, y como su
voto, —la esencia misma de la democracia— es manoseado y
corrompido.

Antes incluso de llegar a las urnas, los mecanismos de presión y corrupción ya están en marcha. Los empleados públicos, desde municipales hasta provinciales, son extorsionados para trabajar en campañas partidarias, asistir a actos políticos o, peor aún, sufrir represalias si no demuestran lealtad al oficialismo de turno. ¿Dónde queda la libertad de elegir cuando el sustento de una familia depende de someterse a estos chantajes? Donde esta la ciudadanía defendiendo la democracia, defendiendo la dignidad de sus empleados públicos y exigiendo al Sr. Julio Bravo que se abstenga de estos comportamientos antidemocráticos que tanta indignación y vergüenza producen?
Las
irregularidades no son solo una mancha en el proceso electoral; son
una lacra que, con la complicidad del silencio y la inacción, corroe
nuestras instituciones y socava la confianza del pueblo en la
democracia. Desde semanas antes del día de la elección, los
ciudadanos son testigos de una andanada de tropelías que deberían
ser impensables. El reparto
clientelar de mercaderías, planes sociales y promesas falsas siguen
siendo en 2025 una
táctica tan vieja como efectiva para comprar votos en los sectores
más vulnerables. La
lástima es que eso es producto de la inactividad de los propios
vecinos que lo permiten. No
es solidaridad; es un negocio perverso que intercambia necesidades
básicas por adhesión política. Y mientras tanto, los
organismos de control miran para otro lado o actúan con una lentitud
vergonzosa
y cómplice.
Presiones ejercidas sobre empleados municipales para que trabajen en
beneficio de las campañas, asistencia obligatoria a marchas, y ese
deleznable reparto de mercadería en un intento desesperado por
comprar voluntades son prácticas aberrantes que ocurren sin ningún
tipo de pudor, y
lo peor, todos somos consciente de que eso sucede, sin que ninguno
hagamos nada por evitarlo.
Si los abusos previos son indignantes, lo que ocurre el día de la votación es directamente escandaloso. El acarreo de votantes, muchas veces personas mayores o en situación de precariedad, es una práctica sistemática y realmente se convierte en una rutina tan esperada como repudiable. Se los traslada en combis, se los "orienta" sobre cómo votar, incluso se paga el voto, autentico y escandaloso soborno y, en algunos casos, se les hace creer que su voto será monitoreado, sembrando el miedo a represalias posteriores. Aquellos que deberían ejercer su derecho a voto libremente se ven rodeados de amenazas y manipulaciones. Es intolerable que, en pleno siglo XXI, sigamos soportando este tipo de violencia política. La presión psicológica, el miedo sembrado entre los votantes y las coerciones abiertas son conductas que revelan una total falta de respeto hacia los derechos ciudadanos. Es pura delincuencia socializada.
Pero
eso no es todo. En
muchos centros de votación, los punteros políticos, cancheros
por demás,
muchos
de ellos con muchos años de campañas encima, conocedores de todas
las trampas habidas y por hacer, se
pasean con total impunidad,
fiscalizando mesas de manera irregular, presionando a los votantes o
incluso manipulando boletas, retirando
y escondiendo boletas opositoras.
¿Dónde están las autoridades electorales? ¿Dónde están los
jueces que deberían garantizar la pureza del sufragio? Donde
estan los principios de la ética y la moral?
A
esto se suma un fenómeno escalofriante: el uso del engaño como
herramienta de control. Promesas de que "sabrán lo que han
votado" parecen ser un oscuro recordatorio de que no solo buscan
influir en el presente, sino asegurar su control en el futuro. Esta
estrategia de manipulación, que juega con la credulidad de quien
busca un cambio o simplemente un alivio, debe ser erradicada de
manera urgente.
Lo
más grave de todo esto es que estas
prácticas no son excepciones, sino la norma.
Se han naturalizado hasta el punto de que muchos las ven como "parte
del juego político". Pero no lo son. Son
delitos,
violaciones flagrantes a la ley electoral y, sobre todo, un ataque
directo a la soberanía popular y
a la democracia.
Y
sin embargo, nadie
paga por ello.
Los partidos siguen cometiendo estas tropelías porque saben que no
habrá consecuencias. Saben
que no hay persecución posible por sus delitos porque la justicia
responde a ellos. Han hecho una estructura de poder realmente
avasalladora. Las
denuncias se archivan, los procesos se eternizan y, al final, todo
queda en la nada. La
impunidad es el combustible que mantiene vivo este sistema
corrupto.
Es
fundamental que la ciudadanía tome conciencia de estos abusos. No
podemos seguir siendo cómplices silenciosos. La resistencia pacífica
y la denuncia activa son las únicas armas que tenemos para enfrentar
esta corrupción institucionalizada. La historia nos ha demostrado
que el miedo se combate con valentía y que el cambio nunca será
posible si permitimos que estas prácticas continúen sin respuesta.
Frente a este panorama desolador, solo hay una salida: organizarse, denunciar y votar con conciencia. Debemos entender que el miedo es el arma favorita de quienes se benefician de este sistema. Pero el miedo se vence con unidad, con información y con la certeza de que hay alternativas honestas.
Para
revertir esta situación, es necesario abrir un espacio para nuevos
líderes que representen auténticamente los intereses del pueblo. En
este contexto, figuras como Marcelo Pastore y Juana Leiva emergen
como faros de esperanza y cambio. No
vienen de la casta política que
ha perpetuado estos abusos; son ciudadanos que han demostrado, con su
trayectoria, que
se puede hacer política sin corrupción, sin clientelismo y sin
mentiras.
Son una
esperanza real. Ambos
han demostrado un compromiso genuino con la comunidad, siendo el
apoyo constante y la mano amiga de aquellos que enfrentan
dificultades—sin importar afiliaciones políticas o elecciones en
curso. En
su trayectoria han
demostrado ser incansables
defensores
de los derechos de los ciudadanos, demostrando
siempre ser una
voz firme contra el autoritarismo y el despilfarro. Encarnan
el tipo de liderazgo que San
Pedro
necesita
en este presente: un
nuevo
liderazgo
que prioriza a la gente por encima de los intereses partidarios.
Su
trayectoria ejemplar y su conexión real con el pueblo sampedreño
son prueba fehaciente de que si
es
posible hacer política de otra manera.
Marcelo
y Juana no solo representan un cambio de cara; simbolizan un renovado
compromiso con la ética, la y, sobre todo, una política
desprovista de amiguismos y abusos. Con ellos, se abre la puerta a un
horizonte donde la participación ciudadana se limite al ejercicio
sano y democrático del voto, a
vivir procesos de progreso familiar, con adecuados costos de los
servicios que presta la Municipalidad, y donde
las elecciones sean un reflejo de la voluntad popular y no un circo
donde se baje la cabeza ante el miedo.
El
cambio no vendrá de arriba, vendrá de nosotros. De
perder el miedo, de fiscalizar, de exigir transparencia y, sobre
todo, de elegir a quienes han demostrado que otra política es
posible.
Es
momento por
tanto de
perder el miedo. Alzamos nuestra voz contra las injusticias, no solo
para hacernos
eco del descontento, sino para iniciar un camino hacia una
transformación real. El cambio comienza desde la base, y cada
ciudadano tiene un papel protagónico en esta lucha. Seamos la voz de
quienes aún temen hablar, de quienes ven vulnerados sus derechos, de
quienes anhelan una democracia auténtica.
Es
hora de actuar. Con cada voto, con cada decisión, estamos Rompiendo
el ciclo de la impunidad, abriendo las compuertas a un futuro donde
las prácticas corruptas sean recordadas solo como una mala
experiencia del pasado. Apostemos por un nuevo estilo de liderazgo,
apoyemos a aquellos que genuinamente trabajan por y para la gente.
Porque San
Pedro
merece más, y juntos podemos lograrlo.
No
dejemos que el miedo gobierne nuestras decisiones. El futuro está en
nuestras manos, y es tarea de todos garantizar una democracia limpia
y transparente, donde las elecciones sean realmente el reflejo de
nuestras aspiraciones colectivas.
La próxima vez que veas un abuso electoral, no te quedes callado. Denuncia, comparte, haz ruido. Porque la única manera de terminar con la impunidad es enfrentarla. Y la única manera de cambiar Argentina es votar sin miedo. ¡Cambiemos el rumbo!
Ante la Coacción y Compra de Voluntades, ¡Cambiemos el rumbo!
Ante el Fraude a Plena Luz del Día, ¡Cambiemos el rumbo!
Ante La Impunidad Como Sistema, ¡Cambiemos el rumbo!
Perder el Miedo y Cambiar la Historia
La Hora de la Dignidad
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