sábado, 14 de junio de 2025

Cristina Fernández de Kirchner: ¿Héroe o Villana?

Cristina Fernández de Kirchner: ¿Héroe o Villana?


Un espejo que divide a la Argentina

En Argentina hay nombres que generan amor u odio, sin matices. Cristina Fernández de Kirchner es uno de ellos. Para muchos, es una heroína valiente que enfrentó a los poderosos, protegió a los más humildes y dejó una huella imborrable en la historia del país. Para otros, es el símbolo máximo de la corrupción, el autoritarismo y la manipulación política. ¿Quién tiene razón? ¿Es Cristina una mártir política o una responsable directa del deterioro institucional del país? La respuesta no es sencilla. Pero lo que sí está claro es que esta mujer no pasa desapercibida y representa, más que una persona, una grieta emocional en el corazón de la sociedad argentina.

Parte I: La heroína de los humildes

Para millones de argentinos y argentinas, Cristina Fernández es una líder que les dio visibilidad y derechos. Durante su gobierno y el de su fallecido esposo, Néstor Kirchner, se vivió una expansión del consumo, un crecimiento del empleo, aumento de las jubilaciones y programas sociales que beneficiaron a vastos sectores históricamente postergados. La Asignación Universal por Hijo (AUH), por ejemplo, fue vista como una medida de justicia social, no de caridad.

Además, Cristina se enfrentó a poderes reales: medios de comunicación concentrados, sectores financieros, y corporaciones nacionales e internacionales. Muchos de sus seguidores la admiran precisamente por esa capacidad de decir lo que otros no se animan, por su coraje para plantarse frente a "los dueños del país". En sus discursos, donde abunda la pasión y la retórica, Cristina construyó una identidad de lucha: la de una mujer atacada por los poderosos por defender al pueblo.

Para ese sector, lo que sufre Cristina no es justicia, sino persecución. Las causas judiciales que la rodean, según esta visión, son parte de un "lawfare", una guerra legal para disciplinar líderes populares. Así como antes derrocaban gobiernos con tanques, hoy lo hacen con jueces y tapas de diarios. En ese relato, Cristina es una víctima, una leona que resiste.


Parte II: La villana del poder

Del otro lado, hay una parte del país que ve en Cristina Fernández la personificación del mal político. Para estos argentinos, el kirchnerismo no fue una era de progreso, sino una maquinaria de poder que usó el Estado como herramienta para enriquecerse, adoctrinar y dividir a la sociedad. La corrupción, la manipulación de la justicia, el uso de los recursos públicos para fines partidarios, y el clientelismo son algunas de las principales acusaciones.

Cristina es señalada como una dirigente que utilizó el relato épico para tapar realidades duras: inflación, empobrecimiento estructural, caída de la calidad educativa, y pérdida de confianza internacional. Las denuncias por sobreprecios en obras públicas, contratos truchos, hoteles vacíos pero facturados, y bolsos voladores son pruebas irrefutables para quienes la consideran culpable de un saqueo al Estado.

En esta narrativa, Cristina no es víctima, sino arquitecta de un sistema corrupto, rodeada de aplaudidores y sostenida por una militancia que, a cambio de cargos o planes, defiende lo indefendible. Es vista como la jefa de una banda y no como una estadista. Para este sector, su regreso al poder como vicepresidenta fue una jugada maestra para protegerse judicialmente, no para servir al pueblo.

Parte III: Una figura mítica, casi religiosa

Cristina ha logrado algo que pocos políticos logran: trascender el rol institucional para convertirse en un símbolo. Su figura genera rituales, peregrinaciones, llantos, cánticos y una devoción que roza lo religioso. No es sólo una dirigente: es “Ella”, “La Jefa”, “La Compañera”. Esa forma de admiración provoca rechazo en quienes la consideran un ser humano común, con luces y sombras, y no una figura sagrada.

Pero ese fenómeno no nace de la nada. Cristina se nutrió del peronismo, un movimiento donde la política se vive con el corazón, no con la cabeza. En ese marco, su papel como mujer fuerte, madre, viuda y luchadora la potenció como un ícono de resistencia. Pero también la volvió blanco de odios intensos. Porque en una sociedad tan polarizada, una líder que genera amor extremo también suele despertar el odio equivalente.

Parte IV: La grieta no es Cristina, somos nosotros

El debate sobre si Cristina es una heroína o una villana dice tanto de ella como de nosotros. Porque detrás de esa discusión se esconde una fractura social más profunda. Cada argentino que opina sobre Cristina lo hace desde su experiencia, su historia, su lugar en el mapa. Los que la aman, muchas veces lo hacen desde la memoria de haber vivido mejor en su gobierno. Los que la odian, muchas veces lo hacen desde una indignación moral frente a la impunidad y el relato.

Lo triste es que, en vez de discutir ideas, discutimos personas. En vez de exigir una mejor democracia, caemos en un fútbol de pasiones políticas. Cristina Fernández, con todos sus méritos y errores, ha sido presidenta dos veces, y vicepresidenta. Ha sido protagonista, pero no única responsable de los destinos de Argentina. Su figura es tan poderosa que ha dejado de ser solo política: es una excusa para que los argentinos proyecten sus sueños o frustraciones.

Parte V: ¿Y ahora qué?

Cristina no será eterna, pero el país sí. Y la pregunta que tenemos que hacernos es si vamos a seguir atrapados en este loop de amores y odios, o si podremos pasar de la discusión personal a la construcción colectiva. No se trata de borrar la historia, ni de olvidar los errores. Se trata de madurar políticamente. De dejar de ver a los líderes como santos o demonios, y empezar a exigirles honestidad, transparencia y compromiso real.

Cristina Fernández de Kirchner fue, es y será una figura central del siglo XXI argentino. Si pasará a la historia como heroína o villana, lo dirá el tiempo. Pero quizás el verdadero desafío no sea juzgarla a ella, sino entender qué dice de nosotros su figura. Porque mientras sigamos gritando “Cristina eterna” o “Cristina presa”, estaremos más pendientes del personaje que del país que queremos construir.


    • , y un entorno sombrío. A lo lejos, un edificio de Comodoro Py y caricaturas de jueces. El cielo oscuro transmite tensión.

  • Debajo de sus pies, un espejo partido que refleja una grieta. En ese espejo, la palabra "Argentina" está quebrada justo en el medio.

  • Franja inferior (tipo faja para redes):
    “Más allá de Cristina… ¿qué país queremos ser?”


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Si, generala y que salga linda
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viernes, 13 de junio de 2025

El presente incierto de Argentina

 Reflexión sobre el presente incierto de Argentina


Argentina está atravesando un momento extraño, donde las cosas no terminan de encajar. Por un lado, vemos que baja la inflación, ese monstruo que venía devorando los bolsillos y que durante años fue señalado como el gran culpable de todos nuestros males. Sin embargo, y a pesar de esa supuesta “buena noticia”, la mayoría de la gente no lo siente en su vida diaria.

La plata no alcanza. Los sueldos se quedan cortos, muchas veces antes de llegar a la mitad del mes. La comida está cara, los alquileres imposibles, y cada vez hay más incertidumbre sobre qué viene después. La sensación general es de agotamiento. De no ver la salida. De estar haciendo esfuerzos que no se traducen en mejoras reales.

Y ahora, a eso, se suma la sentencia firme contra Cristina Fernández de Kirchner. Más allá de ideologías, de si uno la apoya o no, el fallo remueve emociones profundas en una parte importante del país. Para muchos, representa justicia. Para otros, persecución. Lo concreto es que esto reaviva viejas grietas, miedos y enojos, en un momento donde lo que más necesitamos es algo de calma, de unidad, o al menos, de respiro.


La gente está desorientada. Se pregunta qué va a pasar, si esto terminará en nuevas tensiones sociales, en más crisis política, o si el rumbo económico se mantendrá o pegará otro volantazo. No hay certezas, y lo poco que parecía estabilidad, se empieza a tambalear de nuevo.

Este no es solo un momento difícil: es un momento profundamente confuso. El país parece caminar sobre una cuerda floja, con los ojos vendados, y abajo… no se sabe si hay red.


Ilustración final (en palabras):
Una madre está en la cocina, revisando la heladera casi vacía. El reloj marca el 14 del mes. Su hijo la mira con cara de hambre y esperanza. Afuera, en la tele encendida, una noticia sobre la baja de la inflación. Y otra, al costado, que dice: “Conflicto político tras la condena a Cristina”.
La mujer cierra la puerta de la heladera, suspira, y en voz baja dice: “¿Y ahora qué?”

El País del Blanco y Negro

Análisis crítico de "El País del Blanco y Negro.

Entre el Amor incondicional y el Odio Total,”

En Argentina, todo parece tener que ser necesariamente blanco o negro. No hay grises. River o Boca. Macri o Cristina. Messi o Maradona. Papa Francisco, ¿santo o traidor?. Ahora se ve venir con fuerza la justicia patriótica o la justicia corrupta, y como no, de postre Cristina o El peluca Miley.

Esta obsesión por dividir, por elegir bando, por no permitir la ambigüedad, se ha convertido en nuestra forma más natural de relacionarnos con la política, el deporte, la religión e incluso con la cultura.

Pero, ¿desde cuándo nos volvimos así? ¿Por qué en nuestro país todo tiene que ser una guerra entre dos extremos?

Hemos elegido la grieta como estilo de vida.

La palabra “grieta” se hizo popular durante los años de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pero se profundizó con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia en 2015. Desde entonces, y aún hoy, aunque ya pasaron varios gobiernos, seguimos viendo al otro como enemigo. No es solo desacuerdo: es rechazo absoluto. Es más: es como si pensar distinto fuera una traición, o peor, una ofensa personal.

La grieta no es solo política. Es social. Es familiar. Es cotidiana. Muchas familias se rompieron por discutir de política. Amigos dejaron de hablarse por defender bandos opuestos. En las redes sociales, lo único que importa es tomar partido: si no estás conmigo, estás contra mí. Todos hemos perdido contacto con alguien por ese motivo.

Y esto no solo pasa en política. Sucede también en el fútbol. En la música. En la religión. En la historia. Hasta en el recuerdo de figuras populares como Diego Maradona o Lionel Messi, hay quienes los convierten en dioses o demonios según su visión del mundo. Y ahora en la ausencia del primero necesitamos confrontarlo con Cristiano o más reciente con Yamal.

Un claro ejemplo está en nuestro fútbol. River y Boca son más que equipos: son identidades. Pero el problema no es solo querer uno u otro, sino cómo se vive ese amor. Para muchos, ser de River o Boca no es solo preferencia, es casi un destino. Y si sos de uno, el otro es automáticamente el malo. El villano. El enemigo.

Esto se ve también en otros clubes, pero en la historia de los clásicos más famosos, especialmente el Superclásico, se nota esa necesidad de definirse contra algo o alguien. Ganar no es suficiente: hay que humillar. Perder no es solo una derrota: es un drama existencial, incluso hasta llega a costar vidas.

Esa comparación eterna entre Diego Maradona y Lionel Messi sigue siendo uno de los preferidos campos de batalla. Uno fue rebelde, visceral, humano hasta en sus errores. El otro, silencioso, téc detrás de esta comparación hay mucho más que gusto futbolístico. Maradona se convirtió en mito porque encarnaba la lucha contra el sistema, el genio y el caos. Messi, por su parte, es visto por algunos como demasiado tranquilo, demasiado correcto, como si eso lo hiciera menos argentino. Pero en realidad, ambos representan formas distintas de vivir el talento y el éxito. Sin embargo, en lugar de celebrarlos a ambos, elegimos pelear por cuál es mejor.

 La Religión y la fe no quedan tampoco al margen: Es entre el santo y el hereje. El Papa Francisco, argentino y muy querido en el mundo, divide opiniones dentro de su propio país. Para algunos es un hombre humilde, cercano al pueblo, que representa la verdadera esencia del cristianismo. Para otros, es un traidor a ciertos valores tradicionales, un representante de una iglesia corrupta o un político disfrazado de pastor.

No se lo critica solo por sus ideas o decisiones, sino que se le construyen personajes imaginarios: unos lo canonizan antes de tiempo, otros lo satanizan como si fuera el origen de todos los males. Otra vez: blanco o negro.

Y tambiena la política: El gran divisor de aguas. Es donde más clara se ve esta división. Kirchnerismo y antikirchnerismo se han convertido en identidades tan fuertes que parecen ideologías propias. Es actualmente nuestro deporte nacional. Algunos ven en Néstor y Cristina Kirchner la lucha por los derechos populares, la defensa del Estado y la dignidad nacional. Otros los acusan de autoritarismo, corrupción y clientelismo. Vemos diariamente el espectáculo nacional, donde se mexcla el llanto apasionado con el brindis con champagne por la detención de una expresidenta.

Mauricio Macri, por su parte, es visto por muchos como un hombre honesto, progresista, dispuesto a modernizar el país. Por otros, es el responsable de endeudamientos millonarios y de políticas impopulares y nefastas. Pero otra vez, no se discute lo hecho: se discute quién lo hizo. Y se juzga desde la imagen, no desde el fondo.

Lo mismo pasa con Alberto Fernández, con Milei, con Bullrich, con Lavagna, con Bodou, con la Carrio... y cuántos más podríamos nombrar. Todos se convierten en héroes o villanos según el color del lado en el que uno esté parado.

La pregunta del millón es… ¿Cómo salimos de esto?

La grieta nos cansa. Nos divide. Nos empobrece como sociedad. No permite el diálogo, ni el consenso, ni la construcción colectiva. Todo se reduce a ganadores y perdedores, amigos y enemigos, buenos y malos.

Pero la vida no es así. La vida tiene matices. Tiene dudas. Tiene contradicciones. Ser argentino no debería significar elegir entre dos colores y negar todo lo demás. Deberíamos poder reconocer lo bueno en quien pensamos distinto, criticar sin odiar, debatir sin anular al otro.

Argentina necesita aprender a vivir en gris. A aceptar que no todo es blanco o negro. Que hay espacio para diferentes voces, para múltiples miradas, para distintos afectos. Todos deberíamos poder sentirnos orgullosos de nuestros gustos de nuestras opciones, de nuestros progresos sin tener que confrontarlos con los de otros compatriotas. Debemos entender que amar a tu equipo, a tu ídolo o a tu líder no significa odiar al del otro lado.

Quizá, algún día, podamos mirar hacia atrás y reírnos de tanto odio por un partido de fútbol, una decisión política o un jugador de fútbol. Quizá, algún día, aprendamos que la madurez democrática no está en ganar siempre, sino en saber perder, en respetar al otro, en entender que nadie tiene toda la razón.

Pero mientras tanto, seguimos en el país del blanco y negro. Donde todo es visceral. Donde el amor total va de la mano del odio hasta el fin


jueves, 12 de junio de 2025

El círculo vicioso de la deuda

El círculo vicioso de la deuda que hipoteca nuestro futuro.  


Una vez más, el ministro Caputo extiende la mano para pedir deuda. Otros 2.000 millones de dólares a la cuenta de todos los argentinos. La cifra ya suena a disco rayado: Pidió una abultada cantidad con Macri -le costó su presidencia- la negoció con el FMI y fue duramente criticado; la buscó en los bancos privados... y hoy repite el libreto. Volvió al FMI, volvió a los bancos... Mientras tanto, el Presidente que antes denunciaba con furia el endeudamiento ahora guarda silencio cómplice. ¿Dónde quedó aquel Milei que prometía "quemar el banco central" y acabar con la "casta de la deuda"?  

Estamos ante un endeudador serial con aval presidencial.

Cada préstamo se vende como "la última vez", como un "mal necesario" para apagar incendios heredados. Pero la historia se repite: los acreedores exigen ajustes, el ajuste frena la economía, la economía estancada pide más deuda... y así hasta el próximo préstamo. Es una ruleta rusa financiera donde las balas las reciben los jubilados, los trabajadores y los pequeños comercios.  

La gran contradicción:

El mismo gobierno que estigmatizó el "asistencialismo" de los pobres hoy practica el asistencialismo financiero para bancos y fondos buitre. Mientras a la gente se le exige "sacrificio", a los especuladores se les paga con sobre-tasas. Y el cuento del "derrame" nunca llega: la inflación no cede, los salarios se hunden y las empresas cierran.  

Lo más grave:

Esta deuda no es abstracta. La pagarán nuestros hijos y nietos con:  

- Recortes en salud y educación por décadas.  

- Presión fiscal asfixiante para cumplir plazos.  

- Crisis recurrentes cada vez que los mercados pongan un freno.  

Señor Ministro: Argentina no necesita otro salvavidas de plomo. Necesita un plan creíble que no dependa de refinanciar eternamente la deuda con más deuda. ¿Dónde está la reforma tributaria que alivie a las pymes? ¿Dónde la inversión en energía e industria para generar dólares genuinos? ?Dónde la reforma jubilatoria?¿Dónde el recorte real del gasto político que no toque hospitales?  

Ciudadanos: Esto no es "técnica económica". Es la hipoteca de nuestro futuro. Exijamos cuentas claras: ¿A qué se destinará esta vez el dinero? ¿Qué condiciones ocultas trae? ¿Quién pagará los platos rotos cuando llegue la próxima corrida cambiaria?  

Basta de cicatrizar hemorragias con curitas prestadas. Si este gobierno realmente cree en la libertad, que empiece por liberar a las futuras generaciones de esta cadena perpetua de deuda.  

¿Hasta cuándo permitiremos que la política financiera sea una máquina de repetir errores? La dignidad de un país se mide por lo que construye, no por lo que debe.

miércoles, 11 de junio de 2025

“Argentina, ese país que siempre empieza de nuevo”

 “𝐀𝐫𝐠𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧𝐚, 𝐞𝐬𝐞 𝐩𝐚í𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐏𝐫𝐞𝐬𝐢𝐝𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐞𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐨”

Hay algo curiosamente natural -casi folklórico- en cómo el ciudadano argentino planifica su vida en medio del caos. Es como si hubiese aceptado que la estabilidad es una ilusión y que lo único constante es el cambio... de modelo, de presidente, de reglas del juego. “No te acomodes mucho, que en cuatro años te lo doy vuelta”, parece decir cada nuevo gobierno.

Y entre todos los casos, el de Javier Milei es quizás el más emblemático. El hombre no quiere cambiar algunas cosas: quiere cambiar todo. Desde el Estado hasta la manera en que respiramos. Lo hace con una convicción tan intensa que asusta. Y lo más extraño no es su ímpetu refundador, sino la naturalidad con la que la gente lo acompaña, como si no fuera la enésima vez que nos prometen que ahora sí empieza “el verdadero país”.

Pero Argentina ya tiene una tradición bien establecida: el ritual de la refundación presidencial. Menem con su “revolución productiva” terminó vendiendo medio país. Kirchner reescribió el Estado a su manera y dejó una impronta ideológica profunda. Macri vino con “el cambio” y un país “normal” que nunca apareció. Alberto intentó... bueno, algo intentó. Y ahora Milei quiere transformar hasta el ADN nacional a punta de motosierra. ¿Y después? ¿El próximo también va a tirar todo a la basura y volver a empezar?


Lo más increíble es que esto se hace con la complicidad pasiva —o entusiasta— de un pueblo que ya no parece esperar continuidad, sino magia. Queremos que “el nuevo” haga todo mejor, más rápido, más barato, y sin consecuencias. Como si un país fuera un SIMS: borrás todo, levantás otra cosa y listo.

Pero lo que falta, lo que siempre faltó, es una identidad común, una conciencia colectiva, un proyecto de país que sobreviva al presidente de turno. Si cada cuatro años alguien decide mover las piezas del rompecabezas nacional según su visión, entonces no hay Argentina que aguante armada. Y el problema no es sólo quien lo hace -que cambia las piezas- sino quien lo permite, quien se ilusiona, quien lo vota como si fuera un acto de fe.

Somos un país que vive refundándose, como quien reinicia una computadora vieja creyendo que esta vez sí va a arrancar más rápido. Pero no: sigue siendo el mismo sistema, parchado, sobrecalentado, sin espacio para nuevos archivos.Tal vez algún día dejemos de buscar salvadores y empecemos a armar el rompecabezas entre todos, con paciencia y con reglas que no cambien según el humor del que maneja el mouse.


martes, 10 de junio de 2025

Entrevista imposible con Cristina Fernández de Kirchner!

Entrevista imposible con Cristina Fernández de Kirchner!

 Preguntas picantes y respuestas absurdas para sacarte una sonrisa. Todo en clave de humor, con un toque de exageración y sin ninguna pretensión de reflejar la realidad.

Vamos con 12 preguntas comprometidas, imaginando a Cristina en su mejor estilo teatral, respondiendo con un giro cómico.

Entrevistador: ¡Cristina, qué alegría tenerte en este plató imaginario! Vamos directo al grano. Se dice que tus amigos más cercanos tienen un talento especial para hacer desaparecer fondos públicos. ¿Cómo logran esa magia?

Cristina: (risas, ajustándose los anteojos) Mirá, querido, no es magia, es logística avanzada. Mis amigos son como Houdini, pero en lugar de esposas, escapan con valijas. Todo se guarda en un lugar seguro: el Banco de Narnia. ¿Querés la dirección? ¡Solo los leones saben llegar.

Entrevistador: Hablando de valijas, el caso de Antonini Wilson fue un escándalo. ¿Qué había realmente en esas maletas? ¿Dólares, caramelos, o algo más exótico?

Cristina: (con gesto dramático) ¡Por favor! Eran souvenirs para los pingüinos de Santa Cruz. Cada billete tenía un sticker de "Patagonia querida". Pero, viste, los yanquis no entendieron el chiste y lo tomaron a mal. ¡Gringos sin sentido del humor!

Entrevistador: Tu amigo Lázaro Báez se hizo famoso por contar billetes en una cueva. ¿Era un hobby o una nueva forma de meditación?

Cristina: (sonriendo pícaramente) Lázaro es un visionario. Contar billetes es su yoga. Decía que alinear los fajos en la cueva le daba paz interior. ¡Y de paso, ayudaba a la economía local comprando bóvedas reforzadas! Un emprendedor nato.

Entrevistador: José López y sus bolsos en el convento fueron épicos. ¿Por qué eligió un convento para guardar tanto dinero? ¿Era devoto o solo le gustaban las monjitas?

Cristina: (soltando una carcajada) José es un romántico. Quería donar todo a las monjitas para que rezaran por el país, pero se equivocó de bolso. En vez de rosarios, llevó dólares. ¡Un malentendido logístico! Ahora reza en una celda, más tranquilo.

Entrevistador: Dicen que la obra pública en Santa Cruz era como un Monopoly para tus amigos. ¿Cómo decidían quién se quedaba con los contratos?

Cristina: (con tono épico) Era un torneo de truco en la Casa Rosada. El que mejor mentía al cantar el envido, ganaba una ruta. Pero ojo, todo legal, con escribano y mate de por medio. ¡Pura meritocracia criolla!

Entrevistador: El caso de los hoteles de tu familia también dio que hablar. ¿Eran hoteles de lujo o bóvedas disfrazadas de cabañas?

Cristina: (indignada, pero con guiño) ¡Hoteles cinco estrellas! Cada habitación tenía un cofre de seguridad tamaño industrial, para que los turistas guarden sus… recuerdos. ¡El Calafate es el Dubai del sur, no jodamos!

Entrevistador: Amado Boudou y la imprenta de billetes de Ciccone. ¿Fue un emprendimiento para imprimir dinero falso o solo querían hacer souvenirs patrióticos?

Cristina: (con cara de no creerlo) Amado es un artista. Quería imprimir billetes con mi cara, como edición limitada. Pero la máquina se descontroló y salieron algunos de más. ¡Cosas que pasan en el mundo del diseño gráfico!

Entrevistador: Los cuadernos de las coimas fueron una novela. ¿Oscar Centeno era un chofer meticuloso o un escritor frustrado?

Cristina: (aplaudiendo) ¡Un poeta! Centeno escribía sus memorias, pero en lugar de flores y amores, anotaba bolsos y direcciones. ¡El Borges de los remise! Su cuaderno merece un Premio Nobel de logística.

Entrevistador: Se dice que tus amigos tenían una red de empresas fantasma. ¿Eran para evadir impuestos o para jugar al SimCity en la vida real?

Cristina: (con tono sarcástico) Era un experimento social. Queríamos ver cuántas empresas se podían crear sin que nadie se diera cuenta. ¡Ganamos el récord Guinness! Pero todo era para fomentar el empleo… de contadores creativos.

Entrevistador: El caso de la Ruta del Dinero K sigue dando vueltas. ¿Ese dinero viajaba en avión privado o en mochilas de mochileros?

Cristina: (con aire misterioso) En drones. Teníamos una flota de drones disfrazados de cóndores andinos. Volaban de noche, con GPS programado para evitar la AFIP. ¡Tecnología de punta, made in Patagonia!

Entrevistador: Muchos de tus aliados terminaron presos o complicados. ¿Te sentís como la reina de un tablero de ajedrez donde todos los peones caen?

Cristina: (con gesto de diva) Soy una estratega, no una reina. Mis peones no caen, hacen turismo judicial. Van a Comodoro Py, toman un café, y vuelven con anécdotas. ¡Es parte del folklore argentino!

Entrevistador: Última pregunta, Cristina. Si tuvieras que escribir un libro sobre esta época, ¿cómo lo titularías?

Cristina: (con una sonrisa triunfal) “Bolsos y pasiones: una epopeya en doce cuotas”. Best-seller asegurado, con dedicatoria a los que todavía buscan las valijas. ¡Que sigan buscando!

Espero que te hayas reído con esta entrevista imposible. Todo es pura ficción y humor, con un toque de sátira criolla.


Peronismo, antiperonismo y la tragicomedia de la decadencia argentina

Peronismo, antiperonismo y la tragicomedia de la decadencia argentina :  un mix con humor para no herir (tanto) susceptibilidades. ¡Argentin...