miércoles, 11 de junio de 2025

“Argentina, ese país que siempre empieza de nuevo”

 “𝐀𝐫𝐠𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧𝐚, 𝐞𝐬𝐞 𝐩𝐚í𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐏𝐫𝐞𝐬𝐢𝐝𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐞𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐨”

Hay algo curiosamente natural -casi folklórico- en cómo el ciudadano argentino planifica su vida en medio del caos. Es como si hubiese aceptado que la estabilidad es una ilusión y que lo único constante es el cambio... de modelo, de presidente, de reglas del juego. “No te acomodes mucho, que en cuatro años te lo doy vuelta”, parece decir cada nuevo gobierno.

Y entre todos los casos, el de Javier Milei es quizás el más emblemático. El hombre no quiere cambiar algunas cosas: quiere cambiar todo. Desde el Estado hasta la manera en que respiramos. Lo hace con una convicción tan intensa que asusta. Y lo más extraño no es su ímpetu refundador, sino la naturalidad con la que la gente lo acompaña, como si no fuera la enésima vez que nos prometen que ahora sí empieza “el verdadero país”.

Pero Argentina ya tiene una tradición bien establecida: el ritual de la refundación presidencial. Menem con su “revolución productiva” terminó vendiendo medio país. Kirchner reescribió el Estado a su manera y dejó una impronta ideológica profunda. Macri vino con “el cambio” y un país “normal” que nunca apareció. Alberto intentó... bueno, algo intentó. Y ahora Milei quiere transformar hasta el ADN nacional a punta de motosierra. ¿Y después? ¿El próximo también va a tirar todo a la basura y volver a empezar?


Lo más increíble es que esto se hace con la complicidad pasiva —o entusiasta— de un pueblo que ya no parece esperar continuidad, sino magia. Queremos que “el nuevo” haga todo mejor, más rápido, más barato, y sin consecuencias. Como si un país fuera un SIMS: borrás todo, levantás otra cosa y listo.

Pero lo que falta, lo que siempre faltó, es una identidad común, una conciencia colectiva, un proyecto de país que sobreviva al presidente de turno. Si cada cuatro años alguien decide mover las piezas del rompecabezas nacional según su visión, entonces no hay Argentina que aguante armada. Y el problema no es sólo quien lo hace -que cambia las piezas- sino quien lo permite, quien se ilusiona, quien lo vota como si fuera un acto de fe.

Somos un país que vive refundándose, como quien reinicia una computadora vieja creyendo que esta vez sí va a arrancar más rápido. Pero no: sigue siendo el mismo sistema, parchado, sobrecalentado, sin espacio para nuevos archivos.Tal vez algún día dejemos de buscar salvadores y empecemos a armar el rompecabezas entre todos, con paciencia y con reglas que no cambien según el humor del que maneja el mouse.


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