Reflexión sobre las Elecciones del 11 de Mayo:
La Máquina del Poder en Acción (o Cómo Ganar Elecciones con Trampa y Cariño)
Mañana se cumple un mes de las elecciones del 11 de mayo, y vale la pena recordar cómo se jugó esa partida. O mejor dicho, cómo el oficialismo sacó el manual de “Cómo apalear a la democracia y hacerla confesar que te ama”. Lo que vivimos fue un ejemplo claro de cómo un gobierno puede usar todo su poder para inclinar la balanza a su favor, incluso cuando la gente parecía estar harta de ellos. Porque, claro, ¿quién necesita votos cuando tienes el Estado como tu propio circo de tres pistas?
La Maquinaria Oficial al servicio de la campaña partidaria: Todo el Estado al Servicio de la Campaña (y un Café para el Candidato) El oficialismo movilizó todo lo que tenía una mano como si fuera su propio equipo de campaña. Pero no, no era una campaña: era una telenovela patrocinada por tus impuestos.
Dinero público: Se usaron fondos del Estado para pagar publicidad, actos y hasta regalos. Porque nada dice “vótenme” como una remera con el logo del gobierno pagado por todos nosotros. Instituciones públicas: Ministerios y municipios trabajaron para promover al candidato oficialista, como si fuera su oficina política. Imagínate al Ministerio de Educación repartiendo volantes en vez de lápices. Recursos del pueblo: Camionetas oficiales, funcionarios públicos e incluso programas sociales se usaron para hacer campaña disfrazada. Porque una camioneta con el escudo nacional queda más “patriótica” cuando lleva un cartel de “Reelecto o Nada”. La Guerra Sucia: Trolls, Mentiras y Ataques (o Cómo convertir Twitter en un campo de batalla)
Mientras la oposición (con Marcelo, el Dr. Vicente Casas y Juanita Leiva liderando las encuestas) crecía, el oficialismo respondió con guerra sucia. Porque si no puedes ganar con ideas, siempre puedes ganar con memes malintencionados: Ejércitos de trolls: Pagaron a gente para atacar en redes sociales, inventar mentiras ("fake news") y amedrentar a opositores. Cada tweet era como un misil teledirigido desde un sótano con Wi-Fi del gobierno.
Medios complacientes: Muchos canales y diarios repitieron el discurso oficial, ocultando críticas y amplificando ataques contra los rivales. Algunos noticieros parecían más un karaoke del candidato que un medio informativo.
Campaña del miedo: Decían que si ganaba la oposición, se acababan los planos sociales o venía el caos (¡pero solo para asustar a la gente!). Porque nada une a un pueblo como el pánico a quedarse sin Wi-Fi o sin arroz.
El Asistencialismo Vergonzoso: Votos por Comida (y una Sonrisa del Candidato) Justo antes de las elecciones, hubo un reparto masivo de bolsos de comida, ayudas económicas y promesas. No era solidaridad: era compra de votos descartados. Sabían que en tiempos difíciles, un plato de comida puede ser más fuerte que las ideas. Y si venía con una foto del candidato diciendo “Te cuido”, mejor. Porque nada grita “democracia” como un paquete de fideos con una pegatina de campaña.
El Misterioso "Apagón" y el Cambio de Resultados (o Cómo Hacer Magia con un Enchufe). Lo más sospechoso vino el día de la votación. Agárrense, que esto es mejor que una película de misterio barata: Cuando iban perdiendo, de repente hubo un "apagón" en el sistema de conteo (¡qué casualidad!). Alguien debió tropezar con el cable justo cuando la oposición sacaba ventaja. Al volver la luz... ¡sorpresa!: El oficialista empezó a ganar en zonas clave. Porque, claro, los votos se reorganizaron solos durante el recreo.
¿Las encuestas fallaron? Todos los medios decían que el gobierno perdería más de la mitad de su apoyo... pero "milagrosamente" ganaron. O las encuestas mintieron, o alguien le pidió un favor al genio de la lámpara electoral.
Conclusión: Una Democracia Desigual (o Cómo Jugar al Monopoly con Dinero Real). Estas elecciones dejaron claro que cuando un gobierno usa el Estado como su herramienta personal, la cancha no está pareja. Es como jugar al fútbol con un árbitro que es primo del candidato oficialista. Aunque la gente quería cambio (como mostraban las encuestas), la maquinaria oficialista –con dinero público, mentiras y asistencialismo– torció el brazo de la voluntad popular. Y de paso, le dio un abrazo para que no se queje. Un mes después, seguimos preguntándonos:
¿Fue realmente la voz del pueblo... o el peso de la máquina? Spoiler: la máquina pesa más que un elefante en campaña.
La democracia no debería ser una batalla entre ciudadanos y un Estado todopoderoso que reparte caramelos envenenados. Reflexionar sobre esto es el primer paso para que no se repita. Y si se repite, al menos que nos den un bolsón de comida con más variedad.
Nota: Esta reflexión se basa en denuncias y hechos reportados durante el proceso electoral. Cada ciudadano tiene derecho a evaluar si coincide con lo vivido en su comunidad. O a preguntarse si el “apagón” fue porque alguien se olvidó de pagar la luz.
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