La reelección indefinida y el abismo entre la clase política y el pueblo: Privilegios vs. Precariedad.
La reciente media sanción a la reelección indefinida en Argentina no es más que otro capítulo en el manual de perpetuación del poder que domina a nuestra clase política.
Mientras el pueblo sufre salarios de hambre, empleos precarios y paritarias miserables, los mismos legisladores que aprueban leyes para eternizarse en sus cargos no dudan en aumentar sus propios sueldos, blindarse con privilegios y vivir en una burbuja ajena a la realidad del trabajador común.
Y es que disfrutan de sueldos de lujo vs. salarios de auténtica pobreza. La diferencia entre los ingresos de un político y los de un trabajador promedio es escandalosa. Un diputado nacional cobra por arriba de los $4.5 millones mensuales (sin contar viáticos, asignaciones no remunerativas y otros beneficios), mientras que el salario básico de un empleado de comercio ronda los $400.000. Es decir, un legislador gana más de diez veces que quien se rompe la espalda ocho horas por día. Peor aún: cuando los sindicatos piden aumentos acordes a la inflación, el gobierno los tilda de "irresponsables", pero cuando toca ajustar sus propias rentas, lo hacen de un día para el otro, sin debates ni cuestionamientos.
¿Y qué decir de los jubilados? La mínima no supera los $350.000, una cifra que ni siquiera alcanza para cubrir la canasta básica. Mientras tanto, los ex legisladores disfrutan de jubilaciones millonarias, pagadas con los impuestos de esos mismos abuelos que deben elegir entre comer o comprar medicamentos.
El trabajo es estable solo para ellos, precariedad para el pueblo. La casta política no solo tiene sueldos altísimos, sino también estabilidad laboral absoluta. Aunque sean mediocres, corruptos o simplemente no trabajen, sus puestos están garantizados. En cambio, el trabajador privado vive con el fantasma del despido, los contratos basura y los sueldos que no suben al ritmo de los precios.
Pero hay más: mientras el gobierno cuestiona las paritarias libres y presiona para que los aumentos salariales sean mínimos, los políticos nunca discuten sus propias subidas. Las aprueban en secreto, con acuerdos entre amigos, y siempre muy por encima de lo que permiten para el resto. ¿Alguien los vio protestar cuando les recortaron beneficios? No, porque jamás ocurre.
Este acuerdo para la reelección indefinida no deja de ser más de lo mismo. El proyecto de reelección indefinida es la consolidación de este sistema desigual. Los mismos que hoy legislan a favor de sus intereses quieren eternizarse en el poder, sin rendir cuentas, sin alternancia, sin democracia real. ¿Para qué? Para seguir disfrutando de sus privilegios mientras el país se hunde. No es casualidad que esta discusión se dé en un contexto de crisis económica brutal, donde la gente debe salir a marchar para pedir un plato de comida, mientras los políticos se reparten cargos y prebendas. La oposición critica, sí, pero muchos de sus referentes también forman parte de esta élite divorciada del pueblo.
La conclusión es que la política es como casta privilegiada. La reelección indefinida no es un debate sobre democracia, sino sobre poder y perpetuación de privilegios. Mientras la gente lucha por llegar a fin de mes, los políticos se aseguran sueldos vitalicios, jubilaciones de oro y ahora, la posibilidad de no soltar nunca sus cargos.
¿Hasta cuándo? La brecha entre la clase política y el pueblo ya es un abismo. Y cada vez que aprueban leyes como esta, ese abismo se hace más profundo. La única solución es una reforma política real, que recorte sus privilegios, que los obligue a vivir con lo mismo que el ciudadano común y que les impida convertir el Estado en su feudo personal. Mientras eso no ocurra, seguiremos siendo testigos de cómo unos pocos viven como reyes, mientras la mayoría sobrevive como siervos.
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