lunes, 23 de junio de 2025

El Peligro del Alineamiento Irrestricto de Argentina en el Conflicto de Medio Oriente

Análisis sobre el apoyo irrestricto del Presidente Milei a Israel en su conflicto con Irán:

Un Salto al Vacío Innecesario: El Peligro del Alineamiento Irrestricto de Argentina en el Conflicto de Medio Oriente

La política exterior de un país debe ser una herramienta de prudencia y defensa de los intereses nacionales. Sin embargo, las recientes declaraciones y acciones del Presidente Javier Milei, manifestando un apoyo irrestricto y público a Israel en su confrontación con Irán, representan un preocupante y, a nuestro entender, innecesario salto al vacío. Este alineamiento tan marcado no solo contrasta con la tradición de no injerencia de Argentina en conflictos ajenos, sino que ignora peligrosas lecciones del pasado que aún resuenan en nuestra propia historia.

Argentina, lamentablemente, conoce de primera mano las consecuencias de ser arrastrada a conflictos internacionales que le son ajenos. Los atentados a la Embajada de Israel en 1992 y a la AMIA en 1994 son cicatrices profundas que marcan nuestra memoria colectiva. Ambos hechos, aún impunes en gran medida, están directamente vinculados a las tensiones en Medio Oriente y la presunta participación de Irán. Ante estos antecedentes gravísimos, cualquier gobierno argentino debería extremar la cautela y evitar cualquier gesto que pueda volver a colocar a nuestro país en la mira de actores internacionales que dirimen sus disputas con violencia indiscriminada.

El apoyo incondicional del Presidente Milei a Israel, presentado además de manera tan abierta y frontalmente contraria a Irán, es un riesgo mayúsculo. No es un secreto que Argentina alberga posiblemente la mayor comunidad judía de Latinoamérica, una comunidad que ha sido víctima directa de la violencia extremista en nuestro propio suelo. Si bien es legítimo que el Presidente exprese afinidad con una nación o sus políticas, hacerlo de forma tan categórica en un conflicto tan volátil como el de Medio Oriente, y de una manera que parece desafiar directamente a uno de los contendientes, genera una exposición injustificada a nuestra población, y particularmente a aquella que por su origen puede ser percibida como un objetivo.

La diplomacia, en estos casos, exige equilibrio, multilateralismo y una búsqueda constante de la paz y la desescalada. Un país como Argentina, con su historia y su ubicación geográfica, debería erigirse como un actor que promueve el diálogo y la resolución pacífica de los conflictos, no como un beligerante vicario de potencias extranjeras. La confrontación directa, el posicionamiento binario en disputas ajenas, solo sirve para aumentar la tensión y para que nuestro país se convierta en un peón en un tablero que no le pertenece.

Este "salto al vacío" no trae beneficios tangibles para Argentina. No resuelve nuestros problemas económicos ni mejora la calidad de vida de nuestra gente. En cambio, nos expone a riesgos que ya hemos pagado con sangre en el pasado. La política exterior de un gobierno debe ser pensada con la cabeza fría, priorizando la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos por encima de cualquier afinidad ideológica o personal. En este caso, la imprudencia parece primar sobre la sensatez, y el costo potencial de este alineamiento irrestricto es, para una nación con nuestros antecedentes, simplemente demasiado alto para ser asumido. La gente común, aquella que sufre las consecuencias de estas decisiones, merece una política exterior que nos resguarde, no que nos ponga tan expuesta y gratuitamente al peligro.


domingo, 22 de junio de 2025

Cuando la Corrupción Gana un Oscar a la Impunidad

 

La Justicia de los Intocables: Cuando la Corrupción Gana un Oscar a la Impunidad

¡Prepárense, señoras y señores, para el espectáculo del año! En Argentina, la justicia para los poderosos es como una sitcom de enredos: todos saben el final, pero igual la siguen estirando. Los números son tan escandalosos que parecen guionados por un cómico cruel: en 30 años, solo el 12% de las causas por corrupción contra funcionarios públicos llegó a juicio oral. ¡Eso es menos probabilidad que encontrar un colectivo vacío en hora pico!

El Embudo Judicial: Donde los Expedientes Van a Ver Netflix
Bienvenidos al “Embudo Judicial”, un parque temático donde las causas contra políticos entran, pero nunca salen. Un 22% de los casos lleva más de seis años atrapado en la etapa de investigación preliminar, como si estuvieran buscando el Santo Grial en un cajón de Comodoro Py. Es la “zona gris” donde los expedientes se sientan a tomar mate, sin testigos, sin avances, sin apuro. ¿Para qué apurarse si los acusados ​​están muy cómodos?

Sobreseimientos: El Final Feliz de los Intocables
El 41% de las causas terminan archivadas o con un sobreseimiento, no porque falten pruebas, sino porque los jueces parecen tener un doctorado en “encontrar atajos”. Es como si el sistema tuviera un botón de “salir libre” solo para VIPs. ¿Imaginan a un ciudadano común acusado de robar una bicicleta con ese porcentaje de “éxito”? ¡Lo condenarían antes de que pueda ajustar el asiento!

Condenas: Más Raras que un Político Honesto
Solo el 2% de las causas por corrupción termina en una condena firme. ¡Eso es más difícil que ganarle al Tetris! El sistema no está diseñado para castigar, sino para calmar a la gente con un show de luces que parece justicia, pero es puro humo. Mientras tanto, el ciudadano común que se olvidó de pagar una multa ya está en una celda escribiendo su autobiografía.

Doble Vara: Justicia a Paso de Tortuga (Solo para Algunos)
Aquí la justicia tiene dos velocidades:

  • Amado Boudou : Denunciado en 2012, condenado en 2018. ¡Seis años! En el mundo de los políticos, eso es un trámite exprés.
  • Romina Picolotti : Denunciada en 2005, condenada en 2021. ¡16 años! Tiempo suficiente para aprender a tejer, hacer un posgrado y olvidarse del caso.
  • Ciudadano común : Si robaste un sándwich en el kiosco, en seis meses ya estás pidiéndole clemencia al juez mientras te confiscan el sanguche.

Causas a Granel: El Circo Político
En 2016, con el cambio de gobierno, se abrieron 302 causas como si fuera una liquidación de expedientes. ¿Eficacia? No, puro espectáculo. Esas causas son como los fuegos artificiales: mucho ruido, mucho brillo, pero al final, solo humo. Cristina Kirchner (47 causas), Mauricio Macri (37), Julio De Vido (57) coleccionan carátulas como si fueran figuritas, pero sentencias firmes... ¡ni en sueños!

La Gran Estafa: Roban, y con lo Robado Pagan su Libertad
Acá viene el chiste más cínico: los políticos acusados ​​usan el dinero que (supuestamente) robaron para pagar ejércitos de abogados estrella que encuentran más grietas legales abandonadas que un albañil en una obrada. Mientras un ciudadano común reza por un defensor público que no esté colapsado, los poderosos como Miguel Ángel Ulrich no solo se defienden con bufetes de lujo, sino que encima les dan permiso para irse de vacaciones al Caribe mientras los juzgan. ¡Un todo incluido de impunidad!

El Gran Final: La Risa del Poder
Casos como Julio De Vido (absuelto en Vialidad, aplausos) o Carlos Menem (falleció sin una condena firme por contrabando de armas) son el remate perfecto: “¡Las reglas no son para nosotros!”. Es una comedia donde los poderosos siempre ganan, y el ciudadano paga la entrada con sus impuestos.

Conclusión: ¿Justicia o Stand-Up?
El 12% no es solo una estadística, es la prueba de que la justicia argentina tiene dos pisos:

  1. Para abajo : Rápida, dura y sin piedad. Robaste un caramelo, ¡al calabozo!
  2. Para arriba : Más lenta que una telenovela turca, con defensas pagadas con plata del pueblo y condenas que son más mito que realidad.

Este circo de impunidad no es un error, es el guion. Las causas se mantienen abiertas como amenaza política, pero las condenas reales son tan raras como un político que cumple sus promesas. La próxima vez que veas un expediente en Comodoro Py, no te enojes: aplaudí, que el show sigue. Y si querés justicia de verdad, vas a tener que pedirle al público (vos, yo, todos) que exija un cambio de libreto. ¡Telón!

"Enseñamos a nadar fuera del agua"

 


El video ese donde los chicos simulan movimientos de natación sincronizada en el piso de un gimnasio escolar, con "olas" hechas de telas azules es la metáfora perfecta de una Argentina que aplaude el ingenio para tapar el fracaso, en vez de exigir soluciones de fondo. Es cierto: miles lo celebran como un "triunfo de la creatividad ante la adversidad". Pero lo que se impone es verlo con ojos críticos, porque detrás de esa coreografía divertida se esconde la tragedia educativa y moral de un país en decadencia.

1. La Simulación como Política de Estado (y de Pueblo)

"Enseñamos a nadar fuera del agua": La frase es demoledora y cierta. Este video es literalmente eso: un acting de natación... sin agua. ¿Qué aprenden esos chicos sobre resistencia hidrodinámica, flotabilidad, técnica respiratoria real? Nada. Aprenden a fingir una competencia.

 El paralelismo es brutal: Chicos que "aprueban" matemáticas sin resolver ecuaciones reales, que "leen" sin comprender un texto complejo, que "aprenden" historia memorizando fechas sin análisis crítico. Es educar en la apariencia, no en la competencia. Las pruebas PISA son el certificado de defunción de este modelo: Argentina está entre los últimos de Latinoamérica. ¿Resultado? Generaciones de "egresados" incapaces de competir en un mundo real.

La Cultura del "Como Si": Todo en Argentina parece un enorme teatro. "Como si" tuviéramos justicia independiente. "Como si" los políticos sirvieran al pueblo. "Como si" la inflación se controlara. Y en la escuela: "como si" aprendieran, "como si" tuvieran infraestructura, "como si" aprobar significara saber. Este video es un premio al mejor actor en la categoría "Educación en Emergencia Permanente".

2. El "Ingenio del Pobre": El Opio que Adormece la Indignación

Celebrar el parche es aceptar el agujero: Sí, el profesor o alumno que ideó esto es ingenioso. Pero aplaudir su "solución" es como felicitar a un médico por operar con un cuchillo de cocina porque el hospital no tiene bisturíes. La pregunta correcta es: ¿POR QUÉ NO HAY UNA PILETA? ¿O transporte para ir a una? ¿O presupuesto para clases en un club?

¿Dónde está el Estado? Los fondos para educación existen (en el papel). Pero se pierden en:

 *Sobreprecios (escuelas que cuestan 10 veces lo razonable).

*Corrupción política y sindical (dirigentes que viven como reyes mientras las aulas se caen).

*Clientelismo (planes que no enseñan oficios reales, solo compran votos).

*Burocracia kafkiana (trámites eternos para comprar un mapa).

El "ingenio" del docente precarizado es el parche que tapa la herida abierta por la rapiña de los de arriba.

3. La Conformidad Tóxica: "Al Atado con Alambre lo Hacemos Fiesta Nacional"

"Es lo que hay, ¿qué le vamos a hacer?” Este resignado mantra argentino es el cómplice perfecto de la decadencia. Normalizamos lo inaceptable:

*Escuelas sin calefacción en invierno.

 *Laboratorios sin tubos de ensayo.

*Computadoras que no encienden.

*Y ahora: natación... sin agua.

En vez de una rebelión colectiva, hacemos un video viral y nos damos palmaditas. La dignidad educativa se cambia por likes.

El Doble Discurso de la Elite: Los políticos que recortan presupuesto educativo mandan a sus hijos a colegios privados con piletas olímpicas. Los sindicalistas que no exigen infraestructura vacacionan en el Caribe. Los empresarios que evaden impuestos (que pagarían escuelas) tienen spas en sus mansiones. Ellos nadan en agua real. A los hijos del pueblo, les dan un trapo azul y les dicen: "Imaginen que es el mar". Y encima, ¡les aplaudimos!

4. Las Consecuencias Letales: Un País construido sobre mentiras.

Analfabetos Funcionales con Diploma: El chico que "aprobó" natación en seco será el adulto que:

 *Firma un contrato sin entenderlo (y lo estafan).

 *No calcula un interés compuesto (y se endeuda de por vida).

*Repite eslóganes políticos sin analizarlos (y vota a sus verdugos).

 *No tiene herramientas para innovar o emprender (y el país no crece).

Ciudadanos Adoctrinados para la Resignación: Si desde chico te enseñan que "fingir está bien", que "conformarse es virtud", que "exigir es de oligarca"... ¿Cómo vas a exigirle cuentas a un político? ¿Cómo vas a demandar un hospital que funcione? ¿Cómo vas a rebelarte contra la inflación que te devora el sueldo? Aprendiste a sobrevivir con migajas, no a luchar por tu derecho al pan entero.

La Máquina de la Pobreza Perpetua: Un pueblo con educación de mentirillas es un pueblo fácil de engañar, explotar y mantener en la dependencia. Los políticos corruptos, los sindicaleros mafiosos y la elite desentendida DEPENDEN de esta educación pauperizada. Es su garantía de poder. Un pueblo crítico, exigente y bien formado les quema el circo.

Conclusión: ¡Basta de Aplaudir el Naufragio!

Ese video no es "lindo" o "ingenioso". Es un monumento a la derrota nacional. Muestra:

1. El fracaso del Estado (que no provee lo básico).

2. La complicidad de una sociedad (que aplaude el parche en vez de linchar al responsable del agujero).

3. La hipocresía de una dirigencia (que vive en la opulencia mientras los pibes juegan a nadar en el piso).

4. La condena al subdesarrollo (un país que educa con simulacros jamás competirá en serio).

No es "creatividad". Es la cara amable de la miseria planificada.

La verdadera rebeldía no es bailar con un trapo azul. La verdadera rebeldía es EXIGIR:

* ¡Escuelas con PILETAS REALES (o acceso garantizado a ellas)!

* ¡Aulas con CALEFACCIÓN, LIBROS y PROFESORES BIEN PAGOS!

* ¡Exámenes que APROBEN solo quienes SABEN!

* ¡Cuentas CLARAS de CADA PESO destinado a educación!

* ¡Castigo REAL a los que ROBAN el futuro de los pibes!

Dejemos de romantizar la carencia. Lo que ese video merece no es un ¡qué ingeniosos!, sino un ¡BASTA! ¿DÓNDE ESTÁ LA PLATA DE LAS ESCUELAS? ¿QUIÉN SE ROBÓ LA PILETA? ¿POR QUÉ LES DAMOS EL TRAPO AZUL EN VEZ DE ECHAR A LOS LADRONES?".

La Argentina que fue grande no se construyó con trapos y simulacros. Se construyó con educación SERIA, infraestructura REAL y una sociedad que EXIGÍA excelencia, no que aplaudía la mediocridad disfrazada de ingenio. Recuperar eso no es nostalgia: es la única salida. O dejamos de nadar en tierra firme, o nos hundimos todos en el charco de la decadencia. La pelota (o el trapo azul) está en nuestro tejado. ¿Seguimos aplaudiendo... o empezamos a reclamar?


Argentina, ese país donde el asado es religión

 Análisis con un toque de humor: ¿Por qué en Argentina festejamos récords mientras los precios nos hacen un golazo?


Argentina, ese país donde el asado es religión, el mate es terapia y los récords son como los colectivos: llegan todos juntos, pero no siempre te llevan a donde querés. Nos ponemos la camiseta y salimos a festejar cuando el campo rompe marcas de cosechas, cuando el gobierno anuncia recaudaciones millonarias, cuando alguna empresa exporta como si no hubiera un mañana, o cuando un deportista nos hace gritar ¡Vamos, Argentina! en un mundial o un torneo de tenis. Pero, como dice el tango, “la realidad es un cambalache”: mientras unos baten récords, el ciudadano de a pie sigue corriendo atrás de los precios, con el sueldo más estirado que chicle de bazooka. ¿Qué pasa, che? Vamos a desmenuzar este fenómeno con un poquito de humor, porque si no nos reímos, lloramos.

Récords que no llegan al barrio. Empecemos por el campo. Cuando la soja, el maíz o el trigo rompen la calculadora, los titulares gritan: ¡Récord histórico de cosecha!. Parece que vamos a bañarnos en dólares, pero en el supermercado el pan sigue costando como si fuera de oro. ¿Y cuando el campo tiene un mal año? Tampoco se nota: los precios no bajan, el asado sigue siendo un lujo y el mate amargo sabe igual. Es como si el campo viviera en una galaxia paralela, donde los registros no tienen Wi-Fi para conectarse con la vida del ciudadano común.

Lo mismo pasa con la recaudación del gobierno. ¡Registro de ingresos fiscales! anuncian con bombos y platillos. Uno espera que con tanta guita entrando, las calles se pavimenten solas, los hospitales brillen como en Grey's Anatomy y las escuelas tengan aire acondicionado. Pero no. La plata parece evaporarse como el agua en el desierto, y nosotros seguimos esquivando baches, haciendo malabares para pagar la luz y rezando para que el bondi llegue a horario.

¿Y las empresas que exportan como si fueran Amazon? Genial, exportan millones, pero en la góndola del super el aceite cuesta como un perfume francés. Parece que los dólares de las exportaciones se van de viaje y no vuelven. Mientras tanto, el ciudadano común mira los precios como quien mira una película de terror: con los ojos bien abiertos y el corazón en la boca.

El dólar y los precios: un amor tóxico. Hablemos del dólar, ese personaje que siempre está en el centro de la escena. Cuando sube, los precios se disparan como si tuvieran cohetes. “Es por el dólar”, te dicen en el almacén, en la verdulería, hasta en la peluquería. Pero cuando el dólar baja, como ahora, los precios se hacen los distraídos. Es como si tuvieran amnesia selectiva: ¿Bajar? ¿Quién, yo? ¡Ni loco!. Así, mientras el dólar hace una montaña rusa, los precios siempre eligen quedarse en la cima.

Y la inflación, sí, la inflación. Nos dicen: ¡Bajó al 2% mensual! y sacamos los pochoclos para festejar. Pero seis meses después, mirarás la boleta del super y los precios se duplicaron. Es como si la inflación jugara al truco: te canta un “envido” bajito, pero en la mano final te clava un “quiero vale cuatro”. Mientras tanto, los sueldos suben en escalera y los precios en ascensor. ¿Resultado? Cada vez compramos menos con lo mismo, y el sánguche de milanesa pasa de ser un derecho humano a un sueño inalcanzable.

¿Por qué festejamos, entonces?. Acá está el misterio: ¿por qué seguimos brindando por récords que no nos cambian la vida? Tal vez porque somos argentinos, y si no encontramos algo para festejar, nos lo inventamos. Ganamos un mundial, un Grand Slam, el vecino se compró un auto nuevo, y ya estamos descorchando. Es nuestra forma de gambetear la realidad, como si fuéramos Messi en el área chica. Pero mientras brindamos, los precios nos hacen un caño y nos meten un gol de chilena.

En el fondo, este comportamiento “raro” es parte de nuestro ADN. Vivimos en un país donde todo es un subibaja: la economía, el humor, hasta el clima. Aprendimos a surfear las olas de la incertidumbre con una sonrisa, porque si nos ponemos serios, no salimos de la cama. Pero no estaría mal empezar a preguntarnos: ¿y si los récords también nos incluyen a nosotros? ¿Y si la próxima vez que el campo, el gobierno o las empresas rompen marcas, un poquito de esa alegría llega al bolsillo del laburante?

Un país medio raro, pero nuestro. Argentina es un país donde los récords son como los ravioles del domingo: todos los celebran, pero no siempre alcanzan para todos. Mientras las grandes empresas y el gobierno se sacan selfies con sus trofeos, el ciudadano común sigue remando en dulce de leche, con el sueldo que no rinde y los precios que no aflojan. Pero, como buenos argentinos, seguimos adelante, con humor, con compañeros y con la esperanza de que algún día los récords no sean solo para los diarios, sino para todos.

jueves, 19 de junio de 2025

UN RETROCESO DEMOCRATICO

 

Un retroceso democrático con perfume a cacerolazo

¡Qué lindo regalo nos dejó el gobierno de Javier Milei y Patricia Bullrich! Con el decreto 383/2025, la Policía Federal Argentina (PFA) ahora tiene vía libre para meterse en nuestras redes sociales, allanar casas sin pedir permiso a un juez y detener a cualquiera porque, bueno, “parece sospechoso”. ¿El modelo? Nada menos que el FBI, porque claro, qué mejor idea que importar recetas yanquis para “modernizar” nuestra democracia. ¡Aplausos para el ingenio criollo!

Empecemos por lo básico: la Constitución Nacional, esa reliquia que algunos parecen usar como posavasos, dice clarito en los artículos 18 y 19 que la intimidad es sagrada, el domicilio es intocable y cualquier detención o allanamiento necesita una orden judicial. Pero no, para qué respetar esos detalles aburridos si con un decretazo podemos darle a la PFA un pase libre para jugar a los espías. “Sospecha razonable”, dicen. ¿Y eso qué es? ¿Que te vieron con una remera de la oposición? ¿Que compartiste un meme contra el ajuste? ¿O que simplemente no les gusta tu cara? Con este nivel de vaguedad, prepárense para que los barrios populares, los piquetes y los tuiteros incómodos sean los primeros en la lista de “sospechosos”.

Y hablando de redes sociales, agárrense: ahora la poli puede husmear tus publicaciones, tus chats, tus likes, todo sin un juez que supervise. ¿Quién decide qué es un “indicio”? ¿El oficial Gómez que no sabe diferenciar un tuit irónico de una amenaza? Sin reglas claras, esto es un cheque en blanco para que el Estado te espíe como si fueras el villano de una película de Hollywood. ¿Libertad de expresión? ¿Privacidad? Pfft, conceptos del siglo pasado. Mejor autocensurarse antes de que un retuit termine con un patrullero en la puerta de tu casa. Bienvenidos al Gran Hermano, versión porteña.

Encima, este decretazo llega justo cuando la calle está que arde por el ajuste económico. ¿Casualidad? Permítanme dudarlo. Con movilizaciones a cada rato, este “superpoder” policial huele a herramienta para apagar cacerolazos y silenciar protestas. Porque, claro, nada dice “democracia” como darle a la policía carta blanca para decidir quién es un peligro público. Organismos de derechos humanos ya lo dijeron: esto no es seguridad, es represión con perfume de legalidad. Yitself

¿Y la excusa de “combatir el delito complejo”? Por favor, no insulten nuestra inteligencia. El INECIP ya lo explicó: más poder policial no equivale a mejor investigación. Sin formación seria, tecnología moderna ni cooperación judicial, esto es puro show punitivista. Es como ponerle un motor de Ferrari a un Fiat 600: mucho ruido, pero no va a ningún lado. Si quieren desmantelar redes criminales, inviertan en inteligencia, no en garrotes.


Lo peor de todo es el método: un decreto. ¿Para qué molestarse con el Congreso, ese lugar donde se supone que se debaten las cosas importantes? Milei y Bullrich prefieren el atajo autoritario, pasando por encima de la división de poderes como si fuera un charco. Esto no es una “modernización” de la seguridad, es un retroceso al manual del perfecto autócrata: menos controles, más discrecionalidad y un guiño a los que aplauden la mano dura desde el sillón.

En resumen, el decreto 383/2025 es un boleto de ida a una Argentina donde la arbitrariedad manda y la democracia es un souvenir. Si la idea es seguridad, háganlo bien: con leyes debatidas, controles serios y respeto por los derechos. Si no, esto es solo un cacerolazo reprimido a decretazos, y el próximo sonido que escuchemos no será el de las ollas, sino el de las libertades cayéndose a pedazos.

Los Peligros de la Extrema Derecha:

 Los Peligros de la Extrema Derecha:

Un Grito contra la Represión y el Miedo.

La extrema derecha no es solo un grupo con opiniones fuertes; es una amenaza directa a la libertad, la democracia y la convivencia. Bajo la fachada de "orden", "patriotismo" o "lucha contra la casta", promueven prácticas que silencian, dividen y asfixian a la sociedad. En Argentina, las acciones de Javier Milei y su entorno son un ejemplo alarmante: desde atacar la libertad de expresión hasta fomentar la vigilancia ciudadana en redes sociales, sus métodos son un peligro claro y presente. Este texto es un llamado urgente a rechazar estas prácticas autoritarias que buscan amordazar a la gente común y corriente, a vos, a mí, a todos los que queremos vivir en un país donde opinar no sea un delito y protestar no signifique arriesgarse al acoso o la represión. 
Un Ataque Directo a Nuestras Libertades La extrema derecha no se conforme con debatir ideas; Quiere imponerlas a la fuerza. Sus prácticas no son solo discursos encendidos, son concretas que erosionan los cimientos de una sociedad libre acciones. ¿Cómo lo hacen? A través de la represión, la censura y la creación de un clima de miedo donde nadie se atreva a alzar la voz. Veamos cómo: 

Silenciar a los que protestan: La extrema derecha ve las manifestaciones como una amenaza, no como un derecho. En Argentina, Milei y su gobierno han impulsado medidas para criminalizar la protesta, tildando a manifestantes de "vándalos" o "terroristas". Esto no es nuevo: en España, Vox ha propuesto multas y disoluciones de marchas pacíficas bajo excusas de "orden público". En Hungría, Viktor Orbán ha restringido dónde y cómo se puede protestar, haciendo casi imposible cualquier oposición pública. Esto no es defensor del orden; es sofocar la libertad de expresión y reunión. Controlar lo que se piensa y se enseña: La extrema derecha quiere una sola versión de la historia y los valores. En Argentina, Milei ha recortado fondos a universidades públicas y áreas culturales, como la Universidad Nacional de las Artes, porque son espacios donde se piensa diferente, se critica, se crea. En Brasil, Jair Bolsonaro intentó censurar libros y contenidos educativos que no encajaban con su visión conservadora. En Estados Unidos, el gobernador Ron DeSantis ha prohibido enseñar sobre racismo sistémico o diversidad en las escuelas. Esto no es proteger a los chicos; es adoctrinarlos en una sola forma de pensar, borrando la libertad de aprender y cuestionar. Atacar a la prensa libre: Los medios que critican a estos líderes son señalados como "enemigos" o "mentirosos". Milei los llama "la casta periodística" y los acusa de "propaganda del terror". Trump popularizó el término "noticias falsas" para desacreditar a cualquier periodista que lo cuestionara. Bolsonaro fomentó un ambiente donde los periodistas eran acosados ​​y amenazados. Esto no es solo un ataque a la prensa; es un ataque a tu derecho a estar informado por fuentes independientes, no por voces del poder. El Escándalo del “Patrullaje en Redes” de Milei Lo más alarmante en Argentina es una práctica moderna y siniestra: el “patrullaje en redes” promovido por Milei y su equipo, como su operador en redes, Santiago Viola. Este “patrullaje” no es un juego: es una estrategia para que los seguidores del gobierno espíen, capturen y denuncien públicamente a cualquiera que critique, haga un meme o simplemente exprese una opinión distinta en plataformas como Twitter/X. Es una vigilancia orquestada desde el poder, pero ejecutada por ciudadanos convertidos en delatores. 

 ¿Qué tiene de peligroso?Fomenta la delación ciudadana: Imaginate que tu vecino, tu compañero de trabajo o un desconocido te denuncia por un tuit. Esto recuerda a los peores momentos de regímenes autoritarios, donde la gente vivía con miedo de ser traicionada por sus propios pares. Crea un clima de terror digital: Si sabes que un comentario en redes puede hacer que te expongan públicamente, te insulten en masa o incluso te amenacen, ¿te animás a opinar? Esto es autocensura: te callás para evitar el acoso. Milei mismo participa en esto, compartiendo críticas o burlas a opositores, dando luz verde al linchamiento digital. Es persecución política disfrazada: No hace falta que el gobierno mande a la policía; sus seguidores hacen el trabajo sucio, señalando y atacando a cualquiera que se oponga. Esto no es libertad; es intimidación organizada. Alimenta el odio: Los usuarios señalados enfrentan una avalancha de insultos y amenazas de los “patrulleros” digitales. Esto no es debate; es violencia en las redes, impulsada desde el poder. Un peligro para todos.


Estas prácticas no son solo un problema para los que están en política; nos afecta a todos. Si no podés protestar sin que te tilden de delincuente, si no podés aprender una historia completa en la escuela, si no podés confiar en la prensa porque la demonizan, y si no podés escribir un tuit sin miedo a que te “patrullen”, entonces no sos libre. La extrema derecha no solo quiere gobernar; Quiere controlar cómo pensás, cómo hablás y cómo vivís.

El “patrullaje en redes” de Milei es un ejemplo descubierto de este control. Es un intento de convertir a los ciudadanos en espías del gobierno, vigilando y castigando a sus propios vecinos por pensar diferente. Esto no es defensor de la libertad, como dice Milei; es construir una sociedad donde el miedo reemplaza al debate, donde disentir es un riesgo y donde la democracia se convierte en una cáscara vacía. 

Un llamado a la acción No podemos quedarnos de brazos cruzados. La democracia no es solo votar cada cuatro años; es pelear todos los días por nuestro derecho a hablar, a protestar, a aprender ya informarnos sin miedo. La extrema derecha, con sus tácticas de represión y vigilancia, apuesta a que nos cansemos, a que nos callemos, a que tengamos miedo. Pero no podemos dejar que ganen. Hay que denunciar estas prácticas, apoyar a los medios independientes, defender la educación pública y, sobre todo, seguir hablando, escribiendo y protestando. Cada voz que se levanta es un golpe contra el miedo que quieren imponer. 

No se trata de izquierda o derecha; se trata de defender lo que nos hace humanos: la libertad de pensar y expresarnos. Si dejamos que la extrema derecha, con Milei a la cabeza, normalice la vigilancia, la censura y el acoso, estaremos entregando nuestra democracia en bandeja. No permitamos que el miedo nos gane. ¡Levantemos la voz, ahora! 

 

Líderes del siglo XXI:

 Líderes del siglo XXI


: cómo capturan el Estado y lo convierten en su instrumento de poder

En pleno siglo XXI, mientras se proclama la defensa de la democracia, los derechos humanos y las instituciones republicanas, una ola de líderes con perfiles autoritarios, personalismos extremos o discursos polarizantes ha llegado al poder —y lo que es más preocupante, muchos logran consolidarse en él por años o incluso décadas.

No se trata de una ideología específica. Hay conservadores, populistas de izquierda, neoliberales extremos y socialdemócratas tácticos. Pero todos comparten una estrategia común: la colonización del Estado para construir una maquinaria de poder real que les garantice control, impunidad y continuidad.

Desde Vladimir Putin en Rusia hasta Xi Jinping en China, pasando por Donald Trump, Cristina Kirchner, Pedro Sánchez, Recep Tayyip Erdoğan, Benjamin Netanyahu, Nicolás Maduro y más recientemente Javier Milei en Argentina, el fenómeno es global. Cada uno, con sus matices, ha logrado neutralizar o someter los contrapesos institucionales. Y muchos, incluso después de dejar el poder, continúan ejerciendo una gravitación decisiva sobre el Estado.

¿Qué tienen en común estos líderes?

La respuesta es más profunda de lo que parece. No se trata solo de sus gestos autoritarios, de sus redes clientelares o de sus modos agresivos de comunicación. Lo que los define es su capacidad para fundirse con el aparato estatal, convertirlo en extensión de su voluntad y evitar que el sistema político pueda regenerarse.

Estos líderes no gobiernan dentro del Estado: lo transforman en su herramienta. Desde allí disciplinan a jueces, compran lealtades parlamentarias, controlan medios públicos, cooptan organismos independientes y multiplican favores a través de contratos, subsidios o empleos públicos. A la vez, persiguen opositores o críticos, ya sea con mecanismos legales (como el lawfare o la reforma judicial a medida), con aparatos de propaganda o con estrategias de persecución económica.

Una vez consolidado, este esquema se convierte en una jaula institucional: aunque el líder caiga, la estructura persiste. Los funcionarios fieles siguen, los medios aliados siguen, los operadores judiciales siguen, y el relato instalado durante años queda flotando como sentido común.

El método: enemigos, épica y simplificación

Gran parte del éxito de estos dirigentes reside en su manejo del discurso. Ya no apelan a grandes planes racionales o ideas complejas. Usan frases cortas, apelan al enojo social, dividen el mundo entre “nosotros y ellos” y construyen épicas de confrontación.

Putin lo hace con el nacionalismo ruso y el “asedio occidental”. Xi Jinping con la restauración del “gran orgullo chino”. Trump con la idea de “Make America Great Again” contra inmigrantes y progresistas. Cristina Fernández lo ha hecho posicionando al kirchnerismo como víctima de los “poderes concentrados”. Pedro Sánchez ha tensado los límites institucionales con pactos de gobernabilidad que dividen a España entre “progresistas o ultraderechistas”.

Milei, por su parte, eleva la agresividad a un nuevo nivel, no sólo insultando adversarios sino también atacando instituciones fundamentales (como universidades, salud pública o medios) en nombre de la “libertad”. Pero esa libertad se traduce en concentración del poder bajo su figura.

El discurso está diseñado para polarizar y anular el debate. Si estás en contra, sos enemigo. No hay grises. Esto impide el disenso legítimo, deteriora el pluralismo y convierte la política en un espectáculo de lealtades ciegas.

La captura institucional

Pero el verdadero núcleo del problema está en cómo se capturan las instituciones republicanas. Veamos algunos ejemplos:

Putin ha reformado la Constitución para perpetuarse en el poder y eliminar opositores, como lo muestra el caso Navalni. Rusia, bajo su régimen, dejó de ser una democracia incluso formal.

Xi Jinping eliminó el límite de mandatos y ejerce un control total del Partido Comunista, del ejército y de la información. China es hoy el mayor Estado de vigilancia digital del planeta.

Erdoğan purgó el poder judicial, la prensa y las fuerzas armadas tras el intento de golpe en 2016. Su control es casi total, en nombre de la seguridad nacional.

Maduro, en Venezuela, eliminó la división de poderes, desmanteló el Congreso opositor y controla el aparato electoral. Es un Estado al servicio de la permanencia en el poder, no de sus ciudadanos.

Cristina Fernández de Kirchner, durante su presidencia y aún después, moldeó el poder judicial, el Congreso y la estructura estatal para consolidar una red de lealtades. Incluso fuera del poder formal, mantiene influencia a través de funcionarios, gobernadores, movimientos sociales y medios aliados.

Pedro Sánchez ha sido señalado por pactos con fuerzas secesionistas o nacionalistas a cambio de gobernabilidad, tensando el equilibrio institucional español, con concesiones que en otro contexto habrían sido escandalosas. La crítica no es sólo de derecha: también proviene de exdirigentes de su propio espacio.

Trump, aunque no logró consolidar el control institucional, sentó un precedente brutal: mintió abiertamente, alentó una insurrección y creó una base de fanáticos que aún hoy sostiene teorías conspirativas sin pruebas. Su figura demuestra que la democracia también puede morir en manos del voto popular.

Netanyahu ha utilizado su poder para sostenerse incluso con múltiples causas judiciales encima, apelando al miedo constante del conflicto con Palestina y a alianzas con fuerzas ultraconservadoras.

Milei, en pocos meses, intenta refundar el Estado como un campo de batalla ideológico. Pero lo hace debilitando ministerios, concentrando decisiones y neutralizando cualquier espacio que lo contradiga, mientras profundiza la desigualdad. Su obsesión con “eliminar la casta” ha derivado en una consolidación personalista inédita para un gobierno tan reciente.

¿Por qué siguen ganando? ¿Por qué los votamos?

La pregunta que incomoda: si tantos son autócratas, ¿cómo es que logran apoyo popular?

La respuesta está en la crisis de representación, la desigualdad y el fracaso del sistema anterior. El neoliberalismo dejó países quebrados. El progresismo dejó corrupción. Las democracias delegativas —donde el ciudadano solo elige y no participa— perdieron legitimidad.

En ese vacío, estos líderes ofrecen certezas. Simplifican lo complejo. Canalizan bronca. Apelan a lo emocional. Y en un mundo dominado por redes sociales y algoritmos que premian el escándalo, la serenidad se vuelve invisible.

Además, muchos votantes no buscan un estadista: buscan un vengador. Alguien que castigue a quienes “les arruinaron la vida”. Y eso es caldo de cultivo para el autoritarismo.

La trampa invisible: el Estado cautivo

Una vez que estos líderes moldean el Estado a su medida, ya no basta con sacarlos del poder. Porque el verdadero poder no está solo en la presidencia: está en las redes clientelares, en la Justicia colonizada, en los medios afines, en las fuerzas de seguridad, en los relatos impuestos por años.

Cristina, por ejemplo, aún fuera del Ejecutivo, continúa influenciando jueces, intendentes, legisladores y militantes. Maduro sostiene un país en ruinas con apoyo armado y diplomático. En China o Turquía, oponerse al gobierno puede significar cárcel. Incluso en democracias como EE.UU. o España, la polarización ha generado un bloqueo institucional casi permanente.

Desmontar esas estructuras es mucho más difícil que ganar una elección.

Conclusión: no es solo un problema de líderes

Este fenómeno no puede analizarse solo como un desfile de egos peligrosos. Es la consecuencia de un sistema que dejó de ofrecer alternativas confiables. Mientras la política no recupere su capacidad de resolver problemas reales y de inspirar confianza, seguiremos atrapados entre el cinismo y la obediencia ciega.

Y si no desmontamos estos sistemas, lo que se instala no es solo un mal gobierno: es una cultura política enferma, donde el ciudadano ya no espera justicia, sino milagros.

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