sábado, 5 de julio de 2025

La ruleta rusa Argentina

Argentina, la patria del boomerang político, donde tiramos el palo, nos pega en la frente y pedimos otro round! 

El editorial es un espejo de nuestro circo nacional, donde el pueblo juega a la ruleta rusa con una pistola que siempre está cargada. Vamos a meterle más humor a este drama criollo, pero sin sacarle el filo crítico, y con un guiño a otras fuentes para ver cómo nos encanta tropezar con la misma piedra, silbando chamamé. .

El texto dice que el 55-58% cree que CFK es más culpable que el choripán en la dieta, pero el 46.5% desconfía de los jueces que la condenaron. ¿Y qué hacemos? Seguimos aplaudiendo a nuestro equipo como si fuera un Boca-River eterno. La "grieta" no es política, es un culebrón: el 88% de los mileístas festeja la condena como si fuera gol de Di María, mientras el 75% de los peronistas llora "persecución" como si CFK fuera Evita en una remake de Netflix. Según un estudio de la UBA (2023), el 62% vota por amor ciego, no por propuestas. Es como elegir novio en Tinder: puro sentimiento, cero cabeza.Y hablando de masoquismo, ¡somos campeones mundiales! Condenamos a CFK en las encuestas, pero su 39.8% de fans (Trespuntozero) la votaría aunque robe el Obelisco. El peronismo se pone la capa de víctima, y nosotros, como en un tango de Discépolo, les compramos el drama. Mientras, los anti-K celebran, pero no ven que Milei les mete la mano en el bolsillo más rápido que un carterista en el subte. ¿Y la Ley de Ficha Limpia? La pateamos como si fuera penal contra Brasil.


En X, alguien lo clavó: "Argentina es un país que condena a sus líderes, pero los invita al asado en la próxima elección. Somos el meme del ‘vuelve, perrito, te perdono’".Si miramos otras fuentes, la cosa es para reír (o llorar). Poliarquía (2024) dice que el 70% de los argentinos cree que el país es un loop de Netflix que repite la misma temporada: inflación, pobreza, inseguridad, ¡y acción! Pero, ¿qué hacemos? Votamos al que grita más fuerte o al que nos promete el asado que nunca llega. Latinobarómetro (2024) agrega que solo el 22% confía en el Poder Judicial y el 18% en el Congreso. Es como confiar en que el bondi llegue a horario un lunes de lluvia. Y, sin embargo, seguimos subiendo al mismo colectivo destartalado.En fin, Argentina no está condenada por CFK, Milei ni el peronismo. Nos condenamos nosotros, con nuestra adicción al culebrón, nuestra manía de empezar de cero como si fuera un partido nuevo, y nuestra habilidad para bailar tango en un barco que se hunde. Como dijo un tuitero genio: "Somos el país que inventó el ‘borrón y cuenta nueva’, pero escribe la historia con crayón". Y así, en esta ruleta rusa criolla, seguimos apretando el gatillo, esperando que la próxima bala traiga milanesas para todos. ¡Salud, y a seguir girando la ruedita!

martes, 1 de julio de 2025

EL ODIO NO CONSTRUYE DEMOCRACIA

“Los mensajes de odio degradan deliberadamente la democracia”

En Argentina, como en muchos otros países, la cultura del odio está calando hondo en la vida pública. No es un accidente: es una estrategia consciente de quienes aspiran al poder absoluto. El insulto, la descalificación, la demonización del otro no son simples excesos verbales, sino herramientas políticas para degradar la democracia, fracturar la convivencia social y acumular poder sin límites.

Cómo líderes como Javier Milei lanzan campañas plagadas de agresiones verbales, no solo contra oponentes políticos como Axel Kicillof, sino contra cualquier voz crítica. Esta forma de comunicación —basada en el insulto permanente— convierte el debate público en un campo de batalla emocional. No hay argumentos, solo gritos. No hay adversarios, solo enemigos. En ese clima, las instituciones democráticas se debilitan, y la ciudadanía, cansada y frustrada, se vuelve cómplice pasiva de su propio empobrecimiento cívico.

Esta estrategia encuentra respaldo social. El odio se legitima en las urnas y en las encuestas. Es cómodo odiar cuando se ofrece como solución fácil a problemas complejos. Se instala un pensamiento binario: nosotros o ellos, pueblo o antipueblo, buenos o casta. La realidad se reduce a eslóganes, y el que piensa distinto pasa a ser un traidor.

Las redes sociales agravan el problema. Actúan como cajas de resonancia del odio: algoritmos que solo nos muestran lo que confirma nuestros prejuicios, creando un mundo a medida de nuestras emociones. En ese ecosistema, la verdad pierde valor. Importa más el relato que construye identidad, no el hecho que informa.

El periodismo también es víctima y a veces cómplice. A los periodistas se los ataca sistemáticamente si son independientes. Se los señala, se los escupe, se los odia. Al mismo tiempo, surgen medios de comunicación convertidos en aparatos de propaganda, que refuerzan la narrativa de una facción y alimentan el tribalismo político. El periodismo que claudica deja de cumplir su rol democrático, y sin prensa libre, la democracia se ahoga.

Esta degradación no es casual, es funcional. La crispación perpetua favorece a los autoritarios, que necesitan enemigos para justificar su avance sobre la república. Porque quien quiere imponer una verdad única, necesita primero callar todas las otras.

Por eso, es urgente denunciar y frenar esta cultura del odio. No se trata de defender a tal o cual político, sino de defender nuestra convivencia, nuestra democracia, nuestra dignidad como sociedad. Porque el odio no es una forma de hacer política. Es una forma de destruirla.

lunes, 30 de junio de 2025

Bravo y Morales "pisaron el palito"

 Bravo y Morales "pisaron el palito"


y continúan impunemente con sus fechorias. Ahora usan a los chicos en los colegios como escenario político para su campaña.

El colmo de la impunidad que no debemos permitir.
Una vez más, los poderosos de turno creen que pueden hacer lo que les venga en gana con total impunidad. Gerardo Morales, exgobernador que dejó una provincia sumida en deudas, represión y negocios turbios, ahora opera desde las sombras, utilizando a figuras locales como el intendente de San Pedro, Julio Bravo para su lavado de imagen. Ambos siguen jugando al clientelismo como si la provincia fuera suya. Se reparten cargos, subsidios y favores como si fuesen caramelos, mientras el pueblo cada vez tiene menos.
Pero lo de ahora ya es demasiado. La última publicación de Radio La Roca FM 100.9 muestra una noticia que a todos nos tiene que indignar. Muestra a estos impresentables metiéndose en escuelas en horario escolar a fotografiarse con niños y niñas de escuelas publicas, haciéndoles participar junto a funcionarios en plena campaña. ¿Qué clase de política usa a chicos y chicas como escenografía? ¿Qué tipo de adultos se sacan fotos con criaturas para lavar su imagen de corrupción, abandono y nepotismo?
Julio Bravo
Esto no es inocente. Es propaganda disfrazada de acto institucional. Usan a los chicos porque ya no pueden mostrar logros reales, porque no hay gestión, no hay obras, no hay transparencia. Solo marketing político de baja calaña. ¿Y los padres? ¿Y los docentes? ¿Quién autoriza esta exposición en horario escolar sin tener nada que ver con la docencia? ¿Por qué el alumnado tiene que soportar está injerencia de prepo? ¿Qué dice la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes? Silencio. Porque todo está atado con favores y miedos.

La política no debería meterse con la infancia. No se puede permitir que un cargo público se use para mostrarse con chicos mientras se perpetúa la pobreza, la precariedad educativa y el abandono de los barrios. Esto no es una crítica aislada. Es un rechazo absoluto a esta forma de utilizar el podere. San Pedro de Jujuy y la Provincia necesitan otra cosa; otros comportamientos de su clase dirigente: mas escuelas, mas respeto por ella y por sus alumnos y alumnas, mas respeto por la gente en general y mas honestidad. No mas fotos con sonrisas forzadas mientras detras solo dejan miseria.
Mensaje claro y contundente para Morales y para Don Julio Bravo: Con los chicos NO.

domingo, 29 de junio de 2025

Análisis de la coyuntura política jujeña:

 Análisis de la coyuntura política jujeña

Entre el clientelismo y la pérdida de identidad

Che, videar lo que pasa acá en Jujuy no es cosa fácil. Lo que vos marcás de los militantes que se van con el dirigente que más billete mueve, sea del partido que sea, es una realidad dura. Acá no es solo cuestión de "ignorancia política", como bien decís, sino de un sistema que se pudrió desde adentro. Te cuento cómo lo veo, con la jujeñidad bien puesta:

1. La "platita" como carnada

Acá el peronismo, y otros partidos, caen en la trampa del clientelismo puro. Los dirigentes usan planes sociales, bolsas de comida, o hasta dinero en efectivo para comprar lealtades. Pero eso no es militancia: es trueque. El que ayer era peronista "hueso colorado" hoy se hace libertario si le conviene, y mañana radical. Como dijo un viejo linyera de la Quiaca: "Acá no hay banderas, hay delivery de favores". Esto hace que la gente, en especial los más humildes, pierdan el sentido de pertenencia. No es "ignorancia", es pura supervivencia.

2. Intervenciones y desastres

Mirá lo que pasó con el PJ jujeño: intervenido por "incondicionales" de Cristina (Aníbal Fernández, el "Tano" Menéndez), terminó dividido en tres listas en las elecciones. ¡Tres! Eso no es política, es un circo romano. Los dirigentes locales, leales a sus raíces, fueron desplazados por operadores de Buenos Aires que ni saben dónde queda Humahuaca. Resultado: el peronismo sacó los peores resultados de su historia en Salta y Jujuy. La gente lo videó claro: "Si ni ellos se respetan, ¿por qué habríamos de ser leales nosotros?".

3. La manipulación del poder

Gerardo Morales, con su reforma constitucional hecha a las apuradas y represión a las comunidades originarias, es el mejor ejemplo. Organizó elecciones en domingo de helada para que solo voten los fanáticos, y obligó a los partidos a pagar sus propias boletas, filtrando a los que no tenían plata. Así, los pobres y los pueblos originarios quedaron fuera del juego. Encima, les metió presos a los que protestaban. ¿Cómo no van a cambiar de "bandera" si la democracia acá parece un remate de alpaca?.

4. La muerte de los principios

El peronismo jujeño ya no es el de Evita ni el de Perón. Hoy lo manejan punteros que ni saben qué es la justicia social. Se olvidaron de las tres banderas históricas (soberanía política, independencia económica, justicia social) y las cambiaron por "acumulación de cargos, ajuste de aliados y negocios con el poder". Los pibes jóvenes, los trabajadores, las comunidades... todos ven que ese movimiento ya no los representa. Por eso se van con quien les dé un mango o una salida laboral, aunque sea un libertario.

5. ¿Resistencia o resignación?

Pero ojo, che: que no te vendan el cuento de que "el peronismo está muerto". Lo que murió es la vieja camada de dirigentes traidores. Hoy renace en las ollas populares de los barrios, en los cortes de ruta del Tercer Malón de la Paz (donde las comunidades resisten el despojo de sus tierras) y en los pibes que pintan murales de Néstor Kirchner al lado de Juana Azurduy. La lealtad no se perdió: se está reconstruyendo desde abajo, sin caudillos ni chequeras
.

Conclusión (en criollo jujeño):
"El que cambia de bandera como de medias, o es mercenario... o tiene los pies fríos". Lo que pasa en Jujuy no es solo "falta de lealtad": es el resultado de años de políticos que usaron al pueblo como moneda de cambio. Pero la jujeñidad es terco como una vicuña: cuando la gente despierte de verdad, no habrá plata que compre su dignidad. El peronismo no murió; lo están enterrando vivo para que renazca sin cadenas.

Ahora, si querés cambiar las cosas, empezá por no vender tu voto por un kilo de azúcar. La política se hace con el corazón, no con la billetera.

Clave para entender el desbande partidario jujeño

      CAUSAS                         EJEMPLO ACTUAL                                 CONSECUENCIAS

ClientelismoDirigentes que reparten planes
a cambio de votos 
Militantes "zombis" sin convicción
Intervenciones porteñasPJ intervenido por Berni/Alonso
(Salta) o Aníbal (Jujuy)
Atomización y derrotas electorales
Exclusión electoralElecciones en invierno
y boletas pagas
El pobre no elige, sobrevive
Represión a protestasCriminalización del Malón de la PazDesconfianza en el sistema
Pérdida de identidadPeronismo sin doctrina, solo cargos Juventud sin referentes creíbles

jueves, 26 de junio de 2025

Justicia y Corrupción en Argentina, España e Italia.

 Análisis Crítico Comparativo: Justicia y Corrupción en Argentina, España e Italia.


La corrupción es un flagelo global, pero su tratamiento varía significativamente según el contexto institucional y cultural de cada país.

Este análisis compara los casos de Argentina, España e Italia, destacando las dinámicas de impunidad, la respuesta judicial y la reacción social frente a la corrupción. Mientras España e Italia muestran avances hacia la rendición de cuentas, Argentina permanece atrapada en una red de impunidad estructural, agravada especialmente por el uso de fueros parlamentarios y una sociedad polarizada que a menudo justifica la corrupción.

Argentina, la impunidad blindada por fueros y complicidad social. El sistema judicial argentino es un reflejo de una impunidad institucionalizada, diseñada para proteger a la élite política. Según datos del Ministerio de Justicia, menos del 12% de las causas por corrupción llegan a juicio oral, y las condenas efectivas son excepcionales. Esta ineficacia no es accidental: los fueros parlamentarios actúan como un escudo legal que permite a senadores y diputados eludir la cárcel, incluso ante pruebas abrumadoras. Un caso emblemático es el del expresidente Menem, que a duras penas podía mantenerse de pie y era utilizado por el poder por su valioso voto como senador impune. O el de Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta condenada en 2022 por la causa Vialidad, con sentencia confirmada en junio de 2025. En 2017, el jefe de la bancada peronista, Miguel Ángel Pichetto, fue clave para evitar su desafuero, perpetuando su inmunidad. Otro ejemplo es José López, exfuncionario kirchnerista, quien, a pesar de ser sorprendido con bolsos llenos de dólares, evitó consecuencias inmediatas gracias a maniobras judiciales, o Mauricio Macri, acusado en casos como Correo Argentino, también ha sorteado la prisión mediante dilaciones procesales.

La reacción social agrava esta patología. En lugar de exigir justicia, sectores significativos de la población defienden a sus líderes corruptos, alegando "lawfare" o persecución política. Esta polarización convierte la corrupción en una cuestión de lealtad partidaria, no de ética pública, perpetuando un sistema donde la impunidad es la norma.

En España la Justicia efectiva contrasta con el silencio ciudadano. Ese Pais ofrece un contraste notable. Según el Consejo General del Poder Judicial, en el primer trimestre de 2025, 50 personas físicas y 2 jurídicas fueron enviadas a juicio por corrupción, con un 75% de sentencias condenatorias. Casos como Gürtel, Púnica, 3% y ERE demuestran la capacidad del sistema judicial español para sancionar a políticos y empresarios de alto perfil. Un caso paradigmático es el de Iñaki Urdangarín, exduque de Palma y cuñado del rey Felipe VI. Condenado en 2018 a cinco años y diez meses de prisión efectiva por malversación, fraude y tráfico de influencias en el caso Nóos, Urdangarín ingresó a la cárcel por delitos significativamente menores en magnitud económica que los atribuidos a figuras como CFK o Macri. Su condena, que involucró apenas 6 millones de euros, contrasta con los cientos de millones de dólares en juego en casos argentinos, donde los acusados rara vez enfrentan consecuencias reales. La ciudadanía española, lejos de protestar, aceptó la sentencia como un ejercicio de justicia, sin manifestaciones ni en contra ni en defensa de Urdangarín, lo que refleja una mayor madurez institucional. Sin embargo, En la actualidad hasta existe una investigación contra Begoña Gómez, esposa del actual Presidente Pedro Sánchez y altos cargos de su gobierno, incluído el propio Fiscal General del Estado, con posibilidad incluso de que una moción de censura pueda acabar con su Presidencia. Aun así, el sistema español demuestra una voluntad de castigar la corrupción que Argentina aún no ha logrado.

Italia presenta un modelo intermedio. La operación Mani Pulite de los años 90 marcó un hito en la lucha contra la corrupción, desmantelando redes de poder político-empresarial. Sin embargo, la corrupción sigue siendo endémica, especialmente en regiones del sur, donde esquemas de contratación pública fraudulenta persisten. En 2025, casos recientes han involucrado a alcaldes y empresarios, con una justicia más proactiva pero limitada por procesos largos y complejos. Al igual que en España, la ciudadanía italiana no organiza manifestaciones para defender a los condenados por corrupción, lo que refleja una aceptación tácita de la justicia, aunque imperfecta. Esta ausencia de protestas contrasta con Argentina, donde la defensa de líderes corruptos es una práctica habitual.

Existen causas profundas de esta patología argentina y son, entre otras, los fueros como blindaje. Los fueros parlamentarios, concebidos para proteger la función legislativa, se han convertido en un mecanismo de impunidad. Casos como el de CFK, López, Menem o Macri, entre otros, muestran cómo los políticos manipulan este privilegio para evitar la cárcel. Hay también una cultura clientelar que lo justifica todo. Los votantes priorizan la lealtad partidaria sobre la ética, justificando la corrupción con frases como "roban pero hacen". Parten de narrativas populistas de líderes como CFK y Macri que construyen relatos de persecución que anulan el pensamiento crítico, transformando la corrupción en un símbolo de lucha política.

Por otro lado, la Justicia cómplice. Las dilaciones, prescripciones y falta de independencia judicial perpetúan la impunidad. Buenas parte de la población piensa que el poder judicial es el más corrupto de los poderes en Argentina.

Soluciones? Abolir los fueros. Eliminar o limitar los fueros parlamentarios para garantizar que nadie esté por encima de la ley, o fortalecer la independencia judicial. Tambien se hace necesario profundizar en la transparencia y la rendición de cuentas, publicar contratos públicos y declaraciones juradas en tiempo real. También en la educación cívica: Promover desde la escuela el valor de la ética pública y las consecuencias de la corrupción.

Otro aspecto importante es la presión ciudadana. Inspirarse en España e Italia, donde la ausencia de manifestaciones en defensa de corruptos refleja una mayor conciencia cívica.

Conclusión: Argentina permanece atrapada en un ciclo de impunidad, protegida por fueros y justificada por narrativas populistas. La condena de Urdangarín por delitos menores en comparación con los casos argentinos demuestra que la justicia puede funcionar cuando hay voluntad institucional y social. En Argentina, la polarización y la complicidad social perpetúan la corrupción como una identidad política, robando el futuro de.l país. La corrupción debe ser castigada, sin importar el sector político. Hasta que esta premisa no sea un consenso social, Argentina seguirá rezagada en la lucha por la transparencia y la justicia


miércoles, 25 de junio de 2025

La reelección indefinida y el abismo entre la clase política y el pueblo

 La reelección indefinida y el abismo entre la clase política y el pueblo: Privilegios vs. Precariedad.

La reciente media sanción a la reelección indefinida en Argentina no es más que otro capítulo en el manual de perpetuación del poder que domina a nuestra clase política. 

Mientras el pueblo sufre salarios de hambre, empleos precarios y paritarias miserables, los mismos legisladores que aprueban leyes para eternizarse en sus cargos no dudan en aumentar sus propios sueldos, blindarse con privilegios y vivir en una burbuja ajena a la realidad del trabajador común.  

Y es que disfrutan de sueldos de lujo vs. salarios de auténtica pobreza. La diferencia entre los ingresos de un político y los de un trabajador promedio es escandalosa. Un diputado nacional cobra por arriba de  los $4.5 millones mensuales (sin contar viáticos, asignaciones no remunerativas y otros beneficios), mientras que el salario básico de un empleado de comercio ronda los $400.000. Es decir, un legislador gana más de diez veces que quien se rompe la espalda ocho horas por día. Peor aún: cuando los sindicatos piden aumentos acordes a la inflación, el gobierno los tilda de "irresponsables", pero cuando toca ajustar sus propias rentas, lo hacen de un día para el otro, sin debates ni cuestionamientos.  

¿Y qué decir de los jubilados? La mínima no supera los $350.000, una cifra que ni siquiera alcanza para cubrir la canasta básica. Mientras tanto, los ex legisladores disfrutan de jubilaciones millonarias, pagadas con los impuestos de esos mismos abuelos que deben elegir entre comer o comprar medicamentos.  

El trabajo es estable solo para ellos, precariedad para el pueblo. La casta política no solo tiene sueldos altísimos, sino también estabilidad laboral absoluta. Aunque sean mediocres, corruptos o simplemente no trabajen, sus puestos están garantizados. En cambio, el trabajador privado vive con el fantasma del despido, los contratos basura y los sueldos que no suben al ritmo de los precios.  

Pero hay más: mientras el gobierno cuestiona las paritarias libres y presiona para que los aumentos salariales sean mínimos, los políticos nunca discuten sus propias subidas. Las aprueban en secreto, con acuerdos entre amigos, y siempre muy por encima de lo que permiten para el resto. ¿Alguien los vio protestar cuando les recortaron beneficios? No, porque jamás ocurre.  

Este acuerdo para la reelección indefinida no deja de ser más de lo mismo. El proyecto de reelección indefinida es la consolidación de este sistema desigual. Los mismos que hoy legislan a favor de sus intereses quieren eternizarse en el poder, sin rendir cuentas, sin alternancia, sin democracia real. ¿Para qué? Para seguir disfrutando de sus privilegios mientras el país se hunde.  No es casualidad que esta discusión se dé en un contexto de crisis económica brutal, donde la gente debe salir a marchar para pedir un plato de comida, mientras los políticos se reparten cargos y prebendas. La oposición critica, sí, pero muchos de sus referentes también forman parte de esta élite divorciada del pueblo.  

La conclusión es que la política es como casta privilegiada. La reelección indefinida no es un debate sobre democracia, sino sobre poder y perpetuación de privilegios. Mientras la gente lucha por llegar a fin de mes, los políticos se aseguran sueldos vitalicios, jubilaciones de oro y ahora, la posibilidad de no soltar nunca sus cargos.  

¿Hasta cuándo? La brecha entre la clase política y el pueblo ya es un abismo. Y cada vez que aprueban leyes como esta, ese abismo se hace más profundo. La única solución es una reforma política real, que recorte sus privilegios, que los obligue a vivir con lo mismo que el ciudadano común y que les impida convertir el Estado en su feudo personal. Mientras eso no ocurra, seguiremos siendo testigos de cómo unos pocos viven como reyes, mientras la mayoría sobrevive como siervos.

Peronismo, antiperonismo y la tragicomedia de la decadencia argentina

Peronismo, antiperonismo y la tragicomedia de la decadencia argentina
un mix con humor para no herir (tanto) susceptibilidades.


¡Argentina, tierra de tango, asado y... Perón!. Sí, Juan Domingo Perón, el general que murió en 1974 pero sigue siendo el DJ estrella de nuestra política, pinchando discos que todos bailan, quieran o no. Su sombra es tan larga que hasta los que lo critican terminan citando sus frases como si fueran versículos bíblicos. ¿Resultado? Una grieta eterna entre peronistas y antiperonistas que nos tiene atrapados en un reality show político digno de Netflix que se titularía más o menos así: “La Argentina que no avanza”.

Con un toque de humor, vamos a tratar de analizar esta telenovela que sin duda contribuye a nuestra decadencia, sin que nadie se ponga a tirar mate caliente por la cabeza.
El peronismo: ¿movimiento, religión o excusa para todo?. El peronismo nació en los ’40 como un hitazo: derechos laborales, sindicatos fuertes, Evita repartiendo amor (y máquinas de coser), y un Perón que parecía sacado de un póster de Hollywood. Fue un movimiento que le dio voz a los que no la tenían, y eso nadie lo niega. Pero, como toda banda exitosa, después del primer disco empezó a cambiar de género. De nacionalista pasó a neoliberal con Menem, a populista con los Kirchner, a “lo que pinte” con Massa. 

¿Cómo se explica esto? Fácil: el peronismo no es una ideología, es un mood. Una identidad tan elástica que cabe desde un plan de industrialización hasta un ajuste fiscal, siempre que lo hagas con una foto de Perón de fondo. El problema es que esta flexibilidad se convirtió en una religión política. Para los fieles, Perón es un santo; para los antiperonistas, un villano de Marvel. Y como en toda religión, no hay lugar para matices: o estás con el dogma o sos hereje. Esta dicotomía nos dejó una política binaria donde el diálogo es tan raro como un político que cumple promesas.

Mientras tanto, el país se cae a pedazos, pero tranquilos, ¡que alguien siempre tiene una frase de Perón para justificar el desastre! Cristina, la reina del remix peronista. Llega Cristina, la rockstar que quiso hacer un cover del peronismo con su propio estilo: el kirchnerismo. Con Néstor como productor, arrancó con hits como la estatización de YPF y el matrimonio igualitario, pero pronto se le fue la mano con la distorsión. Su segundo mandato fue puro show: discursos épicos, enemigos en cada esquina (el campo, la prensa, los “fondos buitre”), y un culto a su figura que parecía más una secta que un partido. Su intento de crear “La Cámpora” como la nueva boy band del peronismo, con Máximo Kirchner como líder, fue como poner a un sobrino sin carisma a encabezar Soda Stereo, no funcionó. En 2025, solo el 3% de los peronistas lo veía como candidato potable. ¡Ouch! Cristina quiso ser la Evita 2.0, pero el peronismo clásico la miró con cara de “¿y esta quién se cree?”. Su kirchnerismo terminó siendo una facción más dentro del movimiento, no la revolución que prometía. Peor aún, su estrategia de gobernar con la grieta como combustible agotó a todos. Es como si Argentina fuera un auto que solo anda chocando contra el paredón de enfrente. Y mientras tanto, la economía hacía puff como un globo pinchado.

El antiperonismo: el equipo que juega de contraataque del otro lado de la cancha es el antiperonismo, que no es solo una postura política, sino una forma de vida. Desde los ’50, sectores de clase media y alta miraron al peronismo como si fuera una invasión zombi: “¡Nos vienen a quitar la patria!”. Con el tiempo, este rechazo se volvió una identidad tan fuerte como el peronismo mismo. ¿Sus banderas? Liberalismo económico, odio al intervencionismo estatal y una obsesión con asociar al peronismo con la corrupción. Entrá a un café de Recoleta y decí “soy peronista” a ver cuánto tardan en pedirte que pagues la cuenta y te vayas.

En 2023, Javier Milei llegó como el capitán de este equipo, agitando la motosierra contra el “kirchnerismo” como si fuera el demonio. Pero, ironía del destino, su antiperonismo terminó copiando los peores trucos del peronismo: personalismo, promesas mágicas (¡dolarización ya!) y una base de fans que lo defiende como si fuera el Mesías. Es como si los antiperonistas, en su cruzada por destruir al monstruo, se convirtieran en su reflejo.

La grieta: el reality show que nos arruinó. Esta batalla peronismo vs. antiperonismo es el guión de nuestra decadencia. Cada bando gobierna para su hinchada, deshace lo que hizo el otro y promete refundar el país como si fuera una remake de Matrix. ¿El resultado? Instituciones débiles, economía pendular (un día subsidios para todos, al otro ajuste salvaje), y una sociedad que vive la política como un Boca-River eterno, pero sin árbitro y con memes venenosos.

La grieta nos enseñó a odiar al que piensa distinto, a premiar la lealtad por encima de la honestidad y a buscar atajos en lugar de soluciones. Mientras los líderes discuten quién es el verdadero heredero de Perón o cómo erradicarlo, la inflación galopa, la pobreza crece, y la educación parece un edificio abandonado. Pero no te preocupes, que siempre hay un militante con una remera de Evita o una de Milei para decirte que “esta vez sí la pegamos”.

¿Y ahora, cómo salimos de esta?La Argentina está atrapada en un loop tragicómico, como dice el historiador Tulio Halperín Donghi, en “la larga agonía de la Argentina peronista”. Para salir, no hace falta quemar fotos de Perón ni declarar la guerra al antiperonismo. Basta con algo tan simple (y tan difícil) como dejar de tratar la política como una religión. Necesitamos instituciones que duren más que un mandato, políticas de Estado que no se desarmen cada cuatro años, y líderes que prioricen gestionar sobre tuitear.

En el fondo, peronistas y antiperonistas son dos caras de la misma moneda: una con Evita, la otra con una motosierra, pero ambas obsesionadas con ganar la discusión en lugar de arreglar el país. Así que, queridos compatriotas, dejemos de pelear por el altar de Perón y empecemos a construir un país donde la frase más citada no sea “lo dijo Perón”, sino “¡funcionó!”. Porque si no, vamos a seguir siendo los protagonistas de esta comedia... y sin final feliz.

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